7. Otra vez

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Me levanto, como William me ha indicado, aunque me cuesta. Siento la espalda entumecida, y sé que está sangrando sin parar, aun con las vendas enrolladas. Cuando ya estoy de pie, me aparto de la camilla para no estar en medio.

Mientras yo estoy soltando quejidos de dolor, me fijo en cómo él va limpiando la camilla con un trapo manchado de alcohol. Esta así unos minutos más y cuando termina se gira hacia mí.

—Ya está todo limpio, mi amor. Solo quedas tú, así que ven, déjame llevarte hacia tu cuarto para darte una ducha —dice mientras me agarra de la mano y salimos de la sala.

Al entrar a las otra habitación nos dirigimos hacia la bañera, donde William abra el grifo de la agua y pone un tapón para que no se salga.

—Muy bien, Julia, ahora por favor desnúdate y métete dentro. Sé que te acabo de poner las vendas, pero viendo que sigues sangrando será mejor que te las cambie. Además, seguro que tienes la sensación de querer bañarte —le hago caso mientras me desnudo, normalmente o en una situación normal no sería capaz pero ahora mismo ya me da igual todo, lo único que quiero es bañarme y ahogarme dentro de la bañera, sentir cómo el aire sale de mis pulmones y me van quemando por la falta de oxígeno, sentir cómo mi cuerpo va perdiendo la energía lentamente y dejándome con menos movimiento en las. articulaciones. Aún así, no creo que con él aquí presente sea capaz de conseguir mi cometido.

Al estar ya desnuda, y solo con las vendas, me las desato como puedo. Me da rabia admitirlo, pero él tiene razón: como las tenía en la espalda no lo podía ver bien, pero si que están bastante manchadas de sangre, aunque tiene más bien un color cobrizo. Las dejo encima de la taza del váter y me siento dentro de la bañera, dejando que el agua me cubra hasta los hombros. Cuando William oye el sonido del agua, se gira para volver a estar cara a mí y cierra el grifo del agua.

—Si el agua está muy caliente o muy fría, me avisas —yo asiento y dejo que me lave el cuerpo y la cabeza. La verdad es que es una escena bastante vergonzosa, pero me da igual.

Las anteriores torturas no han sido nada parecidas a la de hoy. Es verdad que la primera fue horrible, pero está superada con creces. No se cuántas más van haber después de esta; normalmente todas sus víctimas están unos tres meses desaparecidas hasta que las mata. No se qué me da más miedo: saber que van haber otras torturas como las anteriores o el tema de morir por culpa de mi neurocirujano y sin haberme podido despedir de mi familia en condiciones.

Sin que pueda darme cuenta, William me está llamando para decirme que me levante para poder pasarme una toalla. Le hago caso y dejo que me seque; no tengo energía para hacer nada. Al terminar siento cómo me coloca unas nuevas vendas, gasas y algunas tiritas pequeñas para cerrar cicatrices por mi espalda para poder detener del todo la hemorragia.

—Listo. Te he dejado una muda encima del fregadero, salgo un momento para que te cambies y luego regreso para secarte el pelo, que es lo único que me falta.

Vuelvo a asentir y sale de la habitación mientras yo me giro hacia en fregadero y agarro la ropa nueva. Me la voy colocando de manera lenta pero constante, sin despegar mi vista de mi reflejo en el espejo, y me doy cuenta del bajón que he pegado en estas semanas desde que llegué: los huesos se me notan más por la falta de nutrición, y eso que voy comiendo cada día cuando toca, aunque es más porque si no William me obliga y me he dado cuenta que todos los días que comemos juntos. No me deja ir al baño hasta que al menos haya pasado una hora desde la última ingesta, y los días que no puede estar en alguna comida junto a mí pasa un rato en mi cuarto para ver si hay olor de vómito. Mi pelo también ha perdido brillo, lo tengo mojado ahora, eso sí, pero cuando lo tengo seco está sin brillo, y me han salido ojeras, además de que mi piel ha perdido parte de su bronceado por la falta de vitamina D.

¿tú me quieres?Where stories live. Discover now