Me sobé las muñecas en cuanto las ataduras fueron desprendidas, dejándome estirarme y moverme con más facilidad.
El fatui que tenía frente mía me ofreció un plato de comida poco apetitoso, aunque las horas de ayuno fueron suficientes para hacerlo ver como uno de los mejores manjares que había visto jamás.
-Date prisa. El señor Scaramouche solicita tu asistencia en pocos minutos.
-¿MI asistencia?-El recaudador se limitó a asentir.
No llevaba más de dos días en esa oscura sala desde mi conversación con el heraldo. Temía qué era lo que necesitaba de mí y por qué sacarme del lugar tan pronto. Aunque, ante todas mis dudas, la emoción de poder ver el exterior avivaba mi pecho, con la esperanza de lograr escapar del palacio.
La felicidad se quedó atrás en cuanto me volvieron a atar, esta vez con las manos en la espalda, y me rodearon entre dos fatuis para que mis posibilidades de huir fuesen nulas.
Caminamos a lo largo de la amplia estancia, saliendo del sótano en el que me tenían presa y llegando a la zona más residencial, donde ya se podían ver algunos fatuis de alto rango, como Magas Cicin o Doncellas del espejo. Llegamos hasta un piso aún más superior donde se situaban las once puertas correspondientes a cada heraldo.
Los escoltas me dirigieron hasta una gran sala donde se encontraba el pelinegro. Sonrió al verme sucia, despeinada y con algunos moratones tras varios intentos de escape. Estaba a punto de insultarle cuando él comenzó a hablar.
-Ducharla. No quiero que manche nada.
-¡Se ducharme sola! Que ninguno me ponga las manos encima.-El heraldo me observó fijamente y, segundos después, asintió.
-Bien. Ella se ducha, pero vigilarla. Buscadle ropa nueva que no sea muy llamativa, y, cuando termine, traedla aquí de nuevo.
Tal y como dijo, me dejaron algo de espacio para asearme y ropa bastante básica pero que pudiese abrigar del frío que habitaba en el lugar.
Ahora que lo pensaba, ni siquiera sabía si seguía en Inazuma o si me encontraba en el núcleo de la organización, situada Shnenznaya, pero no importaba realmente. Imaginarme cómo podría escapar de este palacio lleno de asesinos hacía que la piel se me pusiese de gallina. Mi cabeza no procesaba ningún final en el que no me encontraran y mataran.
Nada más salir del baño, con el pelo aún húmedo, me ataron las manos nuevamente y me condujeron por el mismo lugar que antes para volver a encontrarme con el heraldo.
-Así mejor. Ahora iros. Tengo que hablar con nuestra invitada.-Los fatuis me tiraron al suelo, dejándome de rodillas frente a Scarmocuhe, y salieron por la puerta sin protestar.-¿Qué se siente saber qué todos tus buenos actos sólo te han traído malas consecuencias?
-No se de qué hablas.
-¿No querías o no podías matar a los guardias que te he enviado?
-No considero que matar sea algo que le pertenezca a los humanos. Para ello están los Arcontes, que tratan de proteger a su pueblo del enemigo. Si alguien está vivo, es porque así lo han dictaminado los dioses.
-Te gusta mucho hablar. No me gusta.-Hizo un gesto de desaprobación.-Cuando te pregunte algo, ve al grano. No me interesa lo demás.-Gruñí por lo bajo. Este chico me sacaba de quicio.-Volveré a repetirlo. ¿Qué sientes al saber que esos enemigos que te has dedicado a salvar, son los mismos que ahora te han acorralado en una jaula?-Sonrió divertido y yo suspiré.
-Todo es una burla para ti. No merece la pena que te conteste.
-Me da igual. Habla.-Me cogió de la cara y me hizo mirarle. Desde mi posición, se veía superior y alto, y no pude evitar que mi mirada vacilara mientras me obligaba a matener el rostro en alto con rudeza.-¿Me tienes miedo?-Sonrió.
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SOLEDAD {Scaramouche x Reader}
Fanfiction"Todos escondemos algo debajo de la dura mascara que le enseñamos al mundo, y tú, querido Scaramouche, no eres la excepción. Lo que no sabía era que aquello que te aterraba no era ser débil, inútil o cualquier otro antónimo de superioridad. Tu m...