𝐈𝐧𝐭𝐫𝐨𝐝𝐮𝐜𝐜𝐢ó𝐧

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«Es curioso como el tiempo se vuelve más lento al hacer una fila», pensó Sariel.

La fila avanzó con normalidad y los diversos números que aparecían en la pantalla cambiaron. El chico miró la hora en el reloj digital en uno de los muchos carteles electrónicos del lugar y bostezó, se estiró un poco y observó de forma cansada sus alrededores. Aunque sus energías estaban enervadas, al igual que los otros, podía ver e identificar a una pequeña vista la cantidad de seres presentes en la habitación.

Uno de ellos le devolvió una mirada incómoda, al parecer no le gustaba que lo miraran de reojo, menos si están a altas horas de la madrugada. Era un joven de pequeña altura de peinado algo raro; apenas y podría considerarse un estilo de cabello permitido por la organización para la que trabajaban.

«Trabajo intenso —pensó fatigado —. Supongo que tendré que acostumbrarme». En cualquier otro momento, aquella palabra habría sido estresante el siquiera escuchar o meditar acerca de tal palabra, pero hoy día, necesitaba un aumento. Se encontraba en La orden de la Posteridad y Precepto, abreviado como O.P.P, una institución encargada de vigilar, investigar, consultar, recopilar información y, por supuesto, interferir y auxiliar otros universos.

Una mujer mayor se acercó a su lugar, colándose en la fila, poniéndose por delante de él.

«Maldigo los valores que me han inculcado», pensó Sariel, frustrado.

Sus padres siempre le dijeron que debía cederles el puesto a los necesitados, claramente, esto incluye a los ancianos como ella. Y no es solo por lo inculcado por los que lo criaron, el cuerpo humano que ha poseído desde joven también es poseedor de virtudes bastante marcadas y ayudar o apoyar a otros es uno de ellos. 

La anciana tembló un poco por el aire acondicionado que inundaba la habitación, algo que hizo a Sariel recordar parcialmente a su madre, que a pesar de que está muerta, la sigue rememorando con cariño.

Antes de que pudiera siquiera percatarse, la encargada de atender a su fila le hizo algunas señas. El tiempo realmente dura lo que quiere, si es aburrido pasa lento, pero si es divertido, pasa rápido.

—Credencial, por favor —dijo, evaluando parcialmente al chico con la mirada.

El mencionado rebuscó en los bolsillos de su pantalón en búsqueda de un objeto, su tarjeta de identificación; maldice si se le olvidó en casa. Al encontrarla, la entregó de forma inmediata, quería irse de ese lugar.

La chica pasó un escáner por encima del código de barras de la tarjeta, en su monitor apareció la información que tenían de Sariel.

—Parece que te ha tocado un encargo algo difícil —digitó de forma rápida con el teclado —. Aunque con tu amplia experiencia debería de ser pan comido, ¿no? —dio un click con el mouse, haciendo que la impresora a su lado comenzará a trabajar —. Buena suerte —extendió su mano para entregar la hoja resultante de la impresión en conjunto con su tarjeta.

—Gracias a usted —tomó la cuartilla y su credencial; para luego irse de ahí.

Mientras se dirigía a la puerta de salida, una que estaba a varios metros de donde se encontraba antes, leía la hoja que se le había entregado. La mayor parte del contenido era irrelevante, solo mero protocolo, uno que de tanto leerlo ya se lo sabe de memoria, lo que realmente importa era el mundo asignado.

«Naruto», encontró el nombre, suspiró al hacerlo.

Conocía ese universo, o bueno, lo recordaba un poco. Cuando era pequeño solía observar junto a su hermana y su perro. No esperaba que alguna vez en su vida tuviera que trabajar con ellos, pero bueno, el mundo es como una caja de pañuelos, o algo así decía su padre.

𝐀𝐬𝐡𝐢𝐭𝐚 𝐧𝐨 𝐨𝐦𝐨𝐢𝐝𝐞•|𝐖𝐚𝐭𝐜𝐡𝐢𝐧𝐠-𝐍𝐀𝐑𝐔𝐓𝐎 𝐒𝐇𝐈𝐏𝐏𝐔𝐃𝐄𝐍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora