CAPÍTULO TRES: Castigo al estilo Dinamita

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Adam

—Gomitas de animalitos, chocolate... —Algo me faltaba. Pasé por fuera de un pequeño refrigerador que contenía una gran variedad de refrescos—. ¡Ajá! Fanta.

Tomé la lata de bebida entre mis manos y le hice una señal a Tyler con mi cabeza para que me acercara el carrito donde llevábamos nuestras compras.

—Creo que esto será suficiente para obtener el perdón de Amy —comenté, orgulloso.

—Si tú lo dices.

Tyler pasó por mi lado sin decir nada más.

—A ver, a ver —enuncié posicionándome delante del carro para que dejara de avanzar—. ¿A qué te refieres con "Si tú lo dices"? —Hice comillas con mis dedos.

Mi amigo solo rodó sus ojos.

—¿De veras crees que Amy te perdonará solo porque le traes sus comidas favoritas?

Sospesé sus palabras un momento. Tyler solo negó con su cabeza y se adentró en el pasillo de dulces.

—Bueno, yo la perdonaría si me lo hiciera.

—Pero tú no eres Amy. Tarde o temprano tendrás que darle una disculpa.

Iba a protestar contra sus palabras cuando mi teléfono sonó.

—Hola, soy Adam. ¿Quién es?

Arthur, soy Tom. ¿Ya tienen todo lo que necesitan?

Eché un rápido vistazo a las compras que llevábamos.

—Sí, ya estamos listos. —Aproveché que Tyler estaba concentrado observando unos dulces para quitarle el carrito—. ¿Y ustedes?

Tom se me apareció frente a mí.

—Nosotros también —dijo apagando su teléfono.

—Solo necesito un par de cosas más y nos podemos ir.

Tom frunció el ceño. Me tomó tiempo entender que yo aún seguía hablando por celular.

—Que idiota. Lo siento.

Tom rio bajito. Se acercó a mí y me rodeó con uno de sus brazos.

—Esta chica te trae loca, ¿o me equivoco?

Lo miré, sorprendido. 

Tyler comenzó a toser. Me miró, lo fulminé con mi mirada, y apresuró su camino. Era más que obvio que le había dicho algo a Tom sobre mi relación con Amy.

—Solo digamos que lo más probable es que, conociéndola, no salga vivo de esta.

Tomé unas galletas de chispas de chocolate.

—Ahh, el amor. Me recuerdas a mi cuando me enamoré de Emma.

Este tipo no podía estar más perdido. Pero bueno, nos había salvado la vida, así que dejé que continuara creyendo lo que insinuaba sobre mí y Amy.

Por Dios, si ya en mi mente sonaba de lo más raro.

—¿Lo dices en serio? -Lo miré, condescendiente.

—Sí. ¿Ya les conté que cuando nos conocimos ella y yo éramos vecinos de enfrente?—. Emma yacía buscando el chocolate perfecto para llevarse a casa. Se decidió por un Snicker— . Menuda suerte, ¿no crees? —comentó con una voz que solo un hombre enamorado podría entonar.

—Ya lo creo.

En realidad, los dos hacían una genial pareja. Emma era dulce y bonita y Tom... bueno, él tenía una gran personalidad.

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