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La reina despertó y al parecer su esposo la amaba, tenía una extraña relación con el cocinero real y sus dos damas esperaban cosas diferentes de ella, pero lo que más la desconcertó es que estaba embarazada. Fue perfecto, no obstante no sentía que perteneciera a ese lugar.

—¿Pasa algo, mi reina?

Escuchó detrás de ella, apartó la mirada del espejo y le dio una sonrisa cortés al rey.

—No, mi rey. Solo me distraje un momento.

Otra vez la confusión se apoderaba del rostro del rey, aunque fue por un instante. Ella aún lo notaba.

El rey le volvió a sonreír con la calidez y cariño que tanto le incomodaba recibir. Intentó devolverle la sonrisa, pero era la tercera noche desde que "volvió" y estaba cansándose. Así que se levantó evitando en todo momento la mirada del rey.

—Voy a descansar más temprano hoy. ¿Se va quedar, su majestad?—Rogaba que no lo hiciera.

—No, hoy me quedaré hasta tarde revisando unos papeles.

Pudo suspirar de alivio, mas solo asintió y se animó a sonreír suavemente. Hace mucho no había sonreído abiertamente ni con alegría.

El rey se fue, pero ella no se acostó ni durmió esa noche. Todo le seguía perturbando. Hoy en especial su atención se centró en su embarazo, estaba admirada y terriblemente atormentada, su hijo del que recuerda que fue concebido por ella y el rey. Recuerda la escena desde la perspectiva de un espectador y eso solo la hacía sentir rara y exiliada de su propio cuerpo y vida. Todos sus recuerdos se sentían así.

No disfruto de ninguno de los recuerdos. Sí soltó algunas lágrimas silenciosas esa noche, no lo recuerda.



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Pasó una semana sin ver al rey. Sus damas estaban preocupadas. Los sirvientes cuchicheaban. Ella bordó.

Bordó flores, mariposas y nombres. Cada uno lidio con la situación a su manera.

—Mi reina, sus manos están heridas—La dama de la corte Choi frunció el ceño con preocupación.—¿Llamó al médico?

Se sentó más erguida con cuidado de no salpicar el agua en la que estaba sumergida y dijo con suavidad:—No es necesario.

—Pero sus manos están muy maltratadas, mi reina.

—No es necesario, dama de la corte—Respondió casi atropellando las palabras de la dama de la corte Choi.

—Lo siento, mi reina. Fui atrevida—Se disculpó con la mirada baja.

Ninguna noto la mirada de Hong Yeon ni su inquietud.





—Una de las sirvientas de la reina se reúne más con el rey que la propia reina.

—Tan vergonzoso—exclamó alguien.

—¿La reina no es consciente de la situación?

—Ella apenas es consciente de sí misma, apenas habla. Solo borda y se pincha los dedos con las aguajas.

—Ha pasado un mes desde que se lastimó ¿No es hora de volver a la normalidad? El rey parece muy estresado.

—¿Cómo no estarlo? La reina le rehuye.

—¿No habían escuchado el rumor acerca de que el bebé que espera no es del rey? Tal vez sea cierto y ya no puede mirar a los ojos a nuestro rey.

—Nuestro pobre rey—se lamentó una muchacha.

—No necesitas preocuparte por él.

Nadie se movió por unos segundos y al siguiente cada uno de ellos se tiró al suelo mientras rogaba perdón.

—Todos serán azotados 20 veces.—Soltó sin más la reina y tal como apareció, desapareció seguida por detrás por sus damas que parecían cada día más lúgubres.

Los azotes fueron cancelados por el rey y les dio tareas extra como castigo.

—¿Qué le pasa a la reina?—espetó el príncipe Yeonpyeong.

El rey no respondió. Él también se lo preguntaba.

La verdadera reina - Mr. QueenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora