La verdadera reina - Mr. Queen

4.

La noticia se extendió por todo el palacio y el príncipe Yeonpyeong fue llamado.

—¡Había un hombre en el lago! Nadie sabe quien es.

—Sus vestimentas son muy extrañas.

—¡¿Qué tienen de importante sus vestimentas?! ¡¿Y si es un asesino?!

—No puede haber asesinos aquí, este es el palacio.

—Eso no importa... ¿Está vivo?

—No lo creo. Según la sirvienta él estaba flotando boca abajo.

Los murmullos no cesaron en todo el camino del príncipe hacía el lago y por el contrario cada vez eran más frenéticos.

—

Cuando el cuerpo fue retirado. El príncipe para sorpresa de todos solicito verlo y que todos se apartaran.

—¿Lo conoces?—preguntó Byeolgam con descarada curiosidad.

—No digas tonterías—respondió con molestia viéndolo con ese ceño fruncido suyo con el que Byeolgam estaba tan familiarizado.

—

—Nadie esperaría ver al príncipe cuidar de un sucio intruso—comentó Byeolgam ignorando completamente la mirada helada del Príncipe.

—¿El médico real fue llamado?—preguntó el Príncipe ignorando el comentario anterior.

Byeolgam resoplo—Por supuesto, pero no esperes que se apresure a venir a tratar a un intruso. No tiene tanto tiempo libre.

Yeonpyeong contuvo un suspiro y en cambio miró a aquel hombre extraño, que por alguna razón lo inquietaba.

—Necesitamos contactar al rey.

—Hoy está con la reina.

El príncipe frunció levemente el ceño, pero se abstuvo de comentar algo.

—Tal vez más tarde entonces—dijo finalmente.

Ninguno comentó nada más y el silencio fue llenado por la respiración de aquel hombre desconocido.

— 

Fue inesperado, incómodo y demasiado agradable. Pero así amaba al rey, era detallista y descarado en la forma en la que aún habiendo pedido el desayuno, no comió hasta que ella despertó y cuando lo hizo no se molestó en aparentar no haber estado viéndola dormir. Ella se sintió inmensamente querida.

—Buenos días mi reina—le había dicho con una suave sonrisa.

Ella contestó después de unos momentos con un:—Buenos días... mi rey—agregó vacilante y por primera vez en un largo tiempo no pudo evitar pensar que tal vez podría volver a ser ella quien dirigiera su vida y no vivir temiendo pisar los cascarones que dejó alguien más.

—¿A su majestad, no le gustaría salir a pasear?

—Ahora que lo menciona, mi reina, quisiera ir al lago.

La sonrisa de la Reina vaciló.

—

Mientras tanto, sin que ninguno de los dos lo esperará aquel extraño hombre tomó una profunda bocanada de aire que los hizo saltar del susto.

—¿Acaso él...?—no alcanzo a terminar de hablar Byeolgam porque el Príncipe desenvaino su espada.

—

—¿Los sirvientes no están actuando extraño?—preguntó extrañado el Rey.

La Reina fijó su vista en algunos de ellos, pero como de costumbre eran cautelosos con ella.