Capítulo XXI: Monstruo de la conspiración

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Advertencia: el capítulo contiene descripciones de violencia, sangre y heridas; no es grotesco ni morboso, pero sigue siendo un poquito gráfico. Leer con precaución.

El tiempo se detuvo.

Una lágrima cayó, una gota de sangre la cubrió. 

Pronto, todo fue rojo.

Lessa no supo si fue por el dolor, por el desconcierto o por las lágrimas, pero los contornos de su visión se nublaron. Poco era lo que podía discernir de Norian además de su rostro enojado y sus aparentes susurros. Aparentes porque para Lessa todo era inaudible, estático: una secuencia ralentizada que hacía del dolor en el estómago una tortura insoportable. Respirar dolía.

Inconscientes del repentino odio que le profesaba el vellano, las manos de Lessa intentaron aferrarse a sus hombros para no caer. No lo logró. En cambió, hizo que el chico profundizara la embestida inicial.

Ella nada pudo hacer en contra de eso, así que cayó. Un gemido de agonía y un repiqueteo metálico la acompañaron en el descenso.

—N-Norian... ¿qué...?

—No hagas eso, por favor —suplicó el vellano, indispuesto a mirarla—: no, no, no lo hagas. Simplemente... Simplemente devuélvemela. Devuelve a todos, ¿puedes? Y acabamos con este teatro.

—Norian, no sé de qué...

—¡D-devuélvemela!

Una segunda estocada atravesó la piel de la joven, esta vez en la pierna. Ella retuvo el grito de dolor apretando los labios, y contra todo lo que era recomendable hacer, empezó a arrastrarse lejos de Norian. No sabía cuál era la causa de ese inusitado brote de cólera, pero todo apuntaba a que era un recuerdo. Y si había recordado algo malo de ella, la única esperanza de hacerlo rememorar más cosas estaba del otro lado de la cocina. ¡Faltaba poco para alcanzarla! Sus dedos ya rozaban el borde metálico en cuanto sintió un tirón en el tobillo, preámbulo del momento en que fue arrastrada hacia atrás.

Su cuerpo dejó una estela carmín por todo el piso. Y ella gritó, no por eso, sino por ver cómo el objeto que quería se alejaba más y más de su alcance. Ni siquiera con la mano alargada en su máximo podría recuperarlo. Desesperada, pateó a Norian y esta vez gateó en forma de huida.

Punzadas en el abdomen y el mareo por la falta de sangre se unieron para frustrar su cometido. Por segunda vez, Lessa fue arrastrada por el vellano.

—Norian, p-por favor...

—Al final sí tenía una novia, ¿sabes? —dijo él, con la chica aprehendida del tobillo—. Se llamaba Farren. No sé si te acuerdes de eso, pero yo sí. Murió, la asesinaron. —La mirada del joven se oscureció—. Tú la asesinaste.

Todavía boca abajo, y además, desangrándose, Lessa se las arregló para hablar.

—Sí la asesiné.

No lo supo, pero Norian se puso tan rojo como el meneo llameante en su cabeza.

En el piso, Lessa no pudo hacer demasiado cuando fue puesta boca arriba, tampoco cuando él se le subió a horcajadas. Estaba tan lacia que bien era posible confundirla con una muñeca; eso, claro, si las muñecas sonrieran con sorna.

—Maté a Farren, Norian. —El retintín de burla fue más que claro en la voz de la argeneana—. ¿Qué vas a hacer, eh? ¿Matarme? ¿Crees que eso te la va a devolver?

La expresión desencajada del chico nutrió el aire de mofa en los ojos de la arquera, algo que no se le borró de la cara ni después de sentir el filo en su cuello. Más bien, eso terminó de subir las comisuras de sus labios, complementando una expresión tan socarrona y desvergonzada que Norian terminó por soltar el cuchillo para darle un puñetazo. ¿Cómo se atrevía a mirarlo de esa manera aun teniendo una posición desventajosa? ¿Ni un poco de culpa sentía por lo que le había hecho? ¿Acaso...?

Recuerdos de humo #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora