Capítulo 1: El reencuentro sale mal

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Cada centímetro en el edificio del Liceo Desarmando Pinos desbordaba alegría y felicidad puesto que la antigua deidad y leyenda para muchos, dios Maxi, había vuelto a su tierra natal, rodeado por un círculo en la sala de conferencias del establecimiento y siendo admirado tanto por niños como por adultos en el lugar, sereno y calmo con guitarra en mano el dios se dispuso a tocar una serena canción a los espectadores ahí presentes, una sonata acerca de la discriminación y el cómo no hay que juzgar a nuestros pares solo por su aspecto, el iba a tocar "Chico Cabeza de Glande".

-Aún no lo puedo creer -dijo Joshua entre el público, humildemente dirigiéndose hacia el grupo de los seguidores más acérrimos del culto hacia el dios Maxi-. En serio volvió, pensé que no lo vería de nuevo.

Aramir rió ante esas frase, más ternura no le podía causar.
-Con esas palabras podría poner en duda tu creencia en nuestro dios.
A lo que algunos adeptos rieron, si bien Aramir no se consideraba a sí mismo como el adepto más importante, si podría ser llamado como el más dedicado o más bien dicho, obsesivo.

-No pensé que seguiría en este mundo para presenciar tal acontecimiento.
Dijo una voz femenina dentro del grupo de adeptos, Deyanira, una chica de tés morena y baja estatura que acompañaba al grupo.

-¿Saben cabros? Deberíamos hacer una presentación en honor al dios Maxi -soltó Francisco a sus compañeros músicos, los cuales se mostraron interesados en el tema.
-Nosotros podríamos hacer una coreografía para acompañarlos -dijeron otros adeptos más jóvenes que espiaban las conversaciones de sus superiores, generando bulliciosas risas en el grupo al son de la melodiosa voz de su dios.

Más en una esquina de la sala, el adepto Vicente se encontraba pensativo apoyado en la pared más cercana a la salida, admirando el espectáculo con una ligera sonrisa.
-¿Te ocurre algo, Vicente? -preguntó el bien conocido Kim a su colega, colocando su mano en el hombro de Vicente para llamar su atención.
-¿Por qué lo preguntas? -respondió Vicente algo confundido por la incógnita.
-Has estado algo distante del grupo últimamente ¿Acaso planeas volverte un guardia como yo? -bromeó el tranquilo joven alto y fornido, siendo correspondido con una pequeña risa de su amigo.
-No es nada de eso Kim, es solo que...
Vicente se llevó una mano a la nuca para rascarse el cabello, pareciese que algo estaba incomodando sus pensamientos.
-Si te incomoda hablar del tema está bien, puedo acompañarte en silencio -dijo Kim asertivo cómo siempre a lo que Vicente le miró con ojos incrédulos para luego sonreír de vuelta y mirar nuevamente a su dios con admiración.
-Siento que muchos pensamientos fugaces pasan por mi cabeza y no los logro descifrar.
-Bueno, eso nos pasa a todos.
-Supongo que tienes razón Kim.

Para cuando el ser divino ahí presente había soltado su guitarra los ánimos ya se habían calmado, la gente sonreía a su paso por el liceo mientras sus adeptos más fieles pisaban sus talones aguardando las órdenes que su dios tenía para ellos.
-Amigos ¿Saben que no me tienen que tratar como a un jefe, cierto?
Esta frase desconcertó ligeramente al grupo, ante la euforia del momento habían olvidado que el dios Maxi no era una simple deidad, era su amigo.

El primero en recuperar la compostura como no, era Francisco, el cuál se colocó a su lado sonriendo y acompañando su paso sin decir una sola palabra.
-Bien ahí Fosox.
Al poco tiempo todos terminaron imitando a Francisco, prácticamente cubriendo todos los pasillos con su aglomerado grupo liderado por el dios Maxi, caminando a paso relajado en dirección al "Patio de Los Callados".

-¿El patio ha cambiado en algo? -preguntó el ser divino dirigiéndose a su grupo sin detener su paso.
-Se llenó de weones -respondió Aramir con una notable molestia recibiendo miradas mixtas, cosa que Francisco tuvo que aclarar.
-El patio se volvió propiedad de los niños. Pequeños de séptimo y octavo ahora rondan por nuestro patio.
-Tuvimos que separar nuestros caminos para no generar conflictos -agregó Cristobal encogiéndose de hombros.
-Algunos fuimos al comedor, es divertido gritar con la resonancia del lugar -agregó Matías, uno de los primeros fieles del dios Maxi y también uno de los más benévolos.
-Entiendo amigos míos, lamento haberme ausentado tantos años, les devolveré nuestro terreno sagrado -dijo el dios Maxi con voz firme y esbozando un semblante serio hacia los presentes, dirigiéndose hacia el Patio de los Callados a paso rápido y abriendo la puerta del mismo con ambas manos de extremo a extremo. La tensión se podía cortar con un cuchillo.

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