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Aquel día comenzó con un clima nublado, hacia frío y se pensaba que en cualquier momento empezaría a llover. Los ojos marrones de aquel chico, buscaban un lugar en el cual estacionarse, cuando lo encontró, sonrió ligeramente y aparco el auto negro en aquel sitio, apagó el motor, tomó su mochila, salió del carro y cerró la puerta, se aseguró de ponerle el seguro para luego dirigirse a la entrada del edifico.
Cuando se encontró frente a unas largas escaleras y un corredor que le daba la oportunidad de llevarlo a cualquier zona de aquella universidad, él estaba decidido a caminar a su primera clase del día pero una chica rubia lo empujó del hombro, él la miró con el ceño fruncido, dio un paso y otras dos lo empujaron, luego fueron cuatro, ocho, hasta luego tener una multitud de señoritas a sus espaldas pero no por él, se escuchaban chillidos de emoción y algunos comentarios coquetos que iban dirigidos hacia una persona en específica.
–Deja de perder el tiempo y vámonos –un pelinegro de ojos oscuros, lo tomó de los hombros y lo guió por el pasillo.
–¿Qué ocurre? ¿Por qué andan como gatas en celo? –cuestionó el de ojos marrones.
–No lo sé –se encogió de hombros– pero no es nuestro asunto –dijo restándole importancia al acontecimiento que hace unos pocos segundos presenciaron.
El chico de gorrito azul marino seguía con la duda, el solía decir:
Vivo para y por el chisme.
Su curiosidad no tenía límites y de una u otra forma, sin importar cuánto tardaría, se iba a enterar del porqué aquellas chicas habían armado tremendo escándalo en el recibidor de la universidad.
Para su buena suerte, se enteraría más pronto de lo que esperaba.
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Un castaño se encontraba en la oficina del director, soltó un pesado suspiro mientras tomaba asiento en una de las sillas que se encontraban ahí. Apenas estaba iniciando su día y para su mala suerte, no lo estaba iniciando de la mejor manera.
