four

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CHAPTER FOUR
the dragon heir
(año 111 d.C)




Rhaegar acababa de perder el rumbo de su vida.

En lo alto de la colina de Rhaenys, detrás de Dragonpit, la corte reunida se tambaleaba frente a la pira funeraria de la Reina Aemma y el príncipe Baelon. El sol era egoístamente brillante aquel día, el aire fresco y la marea de Aguasnegras tranquila; nubes blanquecinas se movían con calma a lo largo de la caverna cristalina sobre sus cabezas, permitiendo al día primaveral echarle en cara a la familia real que el mundo no se detenía sólo por la tragedia que los asediaba.

—Después del torneo, vendré a ver cómo estás —había dicho Rhaegar, una semana atrás, temprano en la mañana. El sonido de constante ajetreo de los invitados a Desembarco del Rey no distrajo al príncipe heredero de su madre—. Y prometo cumplir el deber de decirle a Nyra si el bebé es Baelon y no Visenya.

Madre le dio a Rhaegar una sonrisa genuina y divertida; a pesar de los dolores de parto que le impedían siquiera sentarse en la cama, los mismos que la tenían despierta desde la hora del lobo y que ella tanto conocía por todos sus embarazos anteriores. Las parteras iban y venían alrededor de los aposentos, con todo lo necesario para darle una mejor experiencia a la Reina en su sexto parto, el último de ellos.

Padre prometió que sería el último.

—Estoy bien, mi hermoso niño —le aseguró madre, negándose a retorcerse y mostrar su dolencia frente a él; incluso si para Rhaegar era evidente el tormento en ella—. No es la primera vez que peleo esta batalla, no estés preocupado por mi.

Rhaegar tragó saliva.

—Me quedaré contigo.

—No, no. —La Reina Aemma, valiente y hermosa, acarició la mejilla pálida de Rhaegar y colocó otra sonrisa—. Ve al torneo; disfruta de tu tío matando a un par de personas y de tu hermana coqueteando con algún caballero que le parezca atractivo. Puedo con esto, mi amor, lo prometo.

«Ella dijo que podía» pensó Rhaegar, con el corazón aquejumbrado; un golpeo constante contra su pecho que resonaba y avivaba la canción en sus venas. «Ella lo prometió».

Los gruñidos inconformes de Aegarax, el único ser vivo capaz de sentir la profunda devastación dentro del corazón de Rhaegar, hizo temblar a aquellos asistentes del funeral no familiarizados con los dragones. Rhaegar ni siquiera notó la forma en que parte de la corte retrocedió a paso rápido cuando el golpeteó de las alas de Aegarax se acercó a su posición, deteniéndose en la roca sobresaliente de la colina de Rhaenys, frente a la pira de madre y Baelon.

—Ocho hermanitos —murmuró Rhaegar, sus dedos se abrieron y se extendieron, atrapado en aquella silla del podio en Campo de Justas. Abajo, los caballeros luchaban en una pelea a espadas después de caer de sus respectivos caballos—. Nueve piras, nueve cadáveres.

—Primo. —Laenor lo miró como si estuviera loco—. ¿Estás bien?

—La Reina entró a trabajo de parto —dijo Laena, con un sonido de exasperación en dirección de su hermano mayor, que la miró confundido—. Por supuesto que no está bien, tonto. Casi te mueres cuando madre me trajo a mi al mundo y tenías dos onomásticos.

—¡Oye! —se quejó Laenor; aunque no la desmintió.

—Madre ha hecho esto antes —dijo Rhaenyra, estirando su mano entrelazado con la de Laena, sin apartar la vista del caballero desconocido de Dorne que había pedido su favor unos minutos antes—. Ella saldrá de esto, Rhae. No pasará nada.

LOVER, HUNTER, FRIEND AND ENEMY ━━ house of the dragonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora