•Pᴀʀᴛᴇ ᴄɪɴᴄᴏ: Mᴇɴᴛᴀ•

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JiMin no se describía a sí mismo como una persona tímida. Pero le gustaba ser discreto y odiaba cuando lo hacían el centro de atención, lo cual sucedía a menudo, muy a su pesar. No tenía ningún amigo, y normalmente, solo tres tipos de compañeros de clase lo rodeaban en su cotidianidad; los bullys que amaban agobiarlo, los hijos de los lamebotas de su padre que solo intentaban congraciarse con él y aquellos que preferían evitar su presencia; estos últimos le agradaban más. Apreciaba su soledad como lo más sagrado que tenía porque nadie lo cuestionaba cuando se envolvía en ella, porque podía bailar a su manera sin restricción alguna justo como en ese instante, porque le encantaba ahogarse en su propia pesadumbre como uno de esos poetas malditos que tanto amaba leer en esos ratos libres cuando le gustaba sentirse más intelectual. Todo eso lo hacía sentir menos autocompasión, y le daba un poco de esa libertad que pocas veces podía permitirse saborear.

—Joven JiMin —escuchó unos golpecitos y la voz amortiguada del señor Lee a través de la puerta—. Ya es hora de que vaya a la escuela.

Suspiró con cierta angustia y se secó el ligero sufor que le caía sobre el rostro con su pañuelo antes de dejarlo junto al equipo de sonido y apagar la canción que se emitía en ese momento. Tomó su mochila y se miró al espejo para arreglar un poco el uniforme y su desordenada cabellera plateada, y luego sonrió ligeramente a su reflejo, dándose un poco de valor. Tantos eran sus nervios que prefirió no desayunar porque temía vomitarlo todo de camino a su nuevo colegio; tampoco se despidió de sus padres, aunque tenía la leve sospecha de que ellos no le habían dado mucha importancia a sus acciones.

—¿Tienes miedo, verdad? —le dijo con dulzura casi maternal la pequeña EunYeong, que había visto a su hermano golpetear con su zapato el suelo del automóvil en el que se encontraban por varios minutos—. Te irá bien, nadie en este mundo podría no quererte, orabeoni.

—!Es cierto! Eres como uno de esos príncipes que aparecen en mis libros de cuentos, oppa. Serás muy popular y conseguirás una novia bonita, ¡y dejará que le haga trenzas en su cabello suavecito! —con ojitos llenos de ilusión, EunJi apoyó su pequeña mano sobre la de JiMin, tratando de darle ánimo y consuelo.

Él sonrió enternecido, porque amaba a las gemelas másque a nadie en el mundo. Eran las personas más importantes en su vida, y se lamentaba no haber podido pasar tanto tiempo con ellas en las últimas semanas. Debido a los constantes compromisos de su familia y pese a los instructores y niñeras que habían contratado para ellas, todos en la casa sabían que el joven se había encargado de su crianza desde siempre; pues apenas tenía diez años cuando llegaron del hospital con sus padres y aún así prefería escabullirse en la recámara de las pequeñas todas las noches para dormir junto a las cunas por si necesitaban algo; había aprendido a reconocerlas antes que nadie y sabía el motivo de su llanto casi todas las veces, para sorpresa de la nodriza cama-adentro que estaba al pendiente las veinticuatro horas del día. Sabía cambiar pañales, ayudaba a calentar el biberón y siempre le hacía preguntas sobre las bebés a la mujer, que encantada agradecía la asistencia y respondía con mucha amabilidad.

Ellas eran polos opuestos. EunYeong tenía un carácter sereno; era delicada y prefería jugar a elegantes fiestas de té con sus peluches, utilizando una hermosa vajilla de porcelana que el muchacho le había regalado hacía unos años y vistiendo lo que imaginaba como el atuendo de una dama inglesa de alta sociedad. Había leído en su libro de lengua que "오라버니" —cuya romanización es orabeonie— era una expresión más formal y antigua de referirse a su hermano mayor, y terminó decidiendo que la utilizaría desde entonces, porque lo respetaba mucho. Daba consejos muy sabios a pesar de su corta edad, por lo que JiMin sentía que la pequeña era mucho más madura y juiciosa que cualquier otro adulto que hubiera conocido. EunJi, por el contrario, era un manojo de energía interminable que amaba los cuentos de hadas y siempre se le veía haciendo amigos nuevos a donde quiera que fuese. Ella había escogido el color del cabello de JiMin, porque creía que se vería muy bonito en él y que nadie ignoraría su presencia de ese modo, así que podría hacer amigos. Le gustaba diseñar sus propios vestidos de princesa, y su madre siempre trataba de hacer realidad esas fantasías mandando a hacerlos cada cierto tiempo. Le encantaban las muestras físicas de cariño y como era muy asustadiza, su hermano le había regalado una preciosa lámpara que reflejaba luces con formas de estrellas en el techo que jamás olvidaba encender antes de dormir.

Mᴀʟᴇ Nᴀɴɴʏ Sᴇʀᴠɪᴄᴇ ▪︎κοοκмιи / νмιи▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora