Cap-7, En el campamento mestizo

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Percy
Estoy en el campamento mestizo jugando al pinacle con Quirón y Dionisio, llegué ayer por la noche y esta mañana todos los campistas me están mirando obviamente queriendo saber quién soy.
No sucede nada conmemorable hasta que llega un chico inconsciente al campamento, parece que es el elegido para la actual gran profecía pero no le veo nada interesante
Info que he sacado de el:
-Ese llama Peter Johnson
-tiene doce años
-pelo negro, ojos azul oscuro, flacucho y cara de bobo
-Al parecer venció a un toro
-Supuestamente robo el rayo maestro de Zeus, pff si ni siquiera sabe que es!!

Osea, uno más del montón. Aunque Quirón tiene la sospecha de que es hijo de uno de los tres grandes.
Yo creo que es de Poseidón, con esos ojos es fácil. Al principio me parecía injusto que a él no le repudiaran, pero ahora que lo pienso, seguramente es porque Poseidón lo necesita para carnada o para recuperar el rayo.

Pobre chico, seguro que lo va a pasar canutas (nótese la ironía).
Bueno supongo que tengo un ¿Hermano, hermanastro o exhermano?
Que más da, esperaremos a que despierte.

Media hora antes

Peter
-¿Adonde vamos? -pregunté.
-Al campamento de verano del que te hable. Al sitio donde tu padre quería que fueras.

Giró bruscamente a la derecha y vio justo a tiempo una figura que logró esquivar; una forma oscura
y fugaz que desapareció detrás de nosotros entre la tormenta.
— ¿Qué era eso? -pregunté.
— Ya casi llegamos -respondió mi madre, haciendo caso omiso de mi pregunta-. Un par de kilómetros más. Por favor, por favor, por favor…

Fuera, nada salvo lluvia y oscuridad: la clase de paisaje desierto que hay en la punta de Long Island. Se me erizó el vello de la nuca. Hubo un resplandor, una repentina explosión y el
coche estalló.
-Peter-dijo mi madre- Sal del coche, tienes que correr. ¿Ves aquel árbol grande?
— ¿Qué?
Otro resplandor, y por el agujero humeante del techo vi lo que me indicaba: un grueso árbol en la cumbre de la colina más cercana.
— Ese es el límite de la propiedad, el campamento del que te hablé -insistió mi madre- Corre y no mires atrás. Grita para pedir ayuda. No pares
hasta llegar a la puerta.
— Mamá, tú también vienes. -Tenía la cara pálida y los ojos tristes como cuando miraba el océano- ¡Venga, mamá!  Tú vienes conmigo. Ayúdame a llevar a Grover…
— ¡Comida! -gimió Grover.

Un hombre estaba aproximándose, mientras bufaba y gruñía. Cuando
estuvo lo bastante cerca, reparé en unas manos enormes y carnosas, le colgaban de los costados. Una enorme y voluminosa masa peluda como cabeza. Y las puntas que parecían cuernos…

- No nos quiere a nosotros -dijo mi madre-. Te quiere a ti. Además, yo no puedo cruzar el límite de la propiedad.
— Pero…
— No tenemos tiempo, Peter.  Vete, por favor.

Entonces me enfadé: me enfadé con mi madre, con Grover la cabra y con aquella cosa que se nos echaba encima, lenta e inexorablemente, como un toro.
Trepé por encima de Grover y abrí la puerta bajo la lluvia.
— Nos vamos juntos. ¡Vamos, mamá!
— Te he dicho que…
— ¡Mamá! No voy a dejarte. Ayúdame con Grover.

No esperé su respuesta. Salí a gatas fuera y arrastré a Grover. Nos echamos los brazos de Grover por los hombros y empezamos a subir a trompicones por la colina, a través de hierba húmeda que nos llegaba hasta la cintura.

Al mirar atrás, vi al monstruo claramente por primera vez. De repente lo reconocí. Aquel monstruo aparecía en una de las primeras historias que nos había contado el señor Brunner. Pero no podía ser real. Parpadeé para quitarme la lluvia de los ojos.
— Es…
—  No digas su nombre -me advirtió mi madre-. Los nombres tienen poder.

El árbol seguía demasiado lejos: a unos treinta metros colina arriba, por lo menos.

— Percy -dijo mi madre-, cuando te vea embestirá. Espera hasta el último segundo y te apartas de su
camino saltando a un lado. No cambia muy bien de dirección una vez se lanza en embestida. ¿Entiendes?
— ¿Cómo sabes todo eso?
— Llevo mucho tiempo temiendo este ataque. Debería haber tomado las medidas oportunas. Fui una
egoísta al mantenerte a mi lado.
— ¿Al mantenerme a tu lado? Pero qué…
Otro aullido de furia y el hombre toro empezó a subir la colina con grandes pisotones.

Nos había olido.
El solitario pino estaba sólo a unos metros, pero la colina era cada vez más empinada y resbaladiza, y Grover nos pesaba más. El monstruo se nos echaba encima. Unos segundos más y lo tendríamos allí. Mibmadre debía de estar exhausta, pero sostenía a Grover con el hombro.
— ¡Márchate, Percy! ¡Aléjate de nosotros! Recuerda lo que te he dicho.

No quería hacerlo, pero ella estaba en lo cierto: era nuestra única oportunidad. Eché a correr hacia la izquierda, me volví y vi a la criatura abalanzarse sobre mí. Los oscuros ojos le brillaban de odio. Agachó la cabeza y embistió, apuntando los cuernos afilados como navajas directamente a mi pecho. El hombre toro pasó como un huracán, pero no hacia mí, sino hacia mi madre, que estaba dejando a Grover sobre la
hierba.
Habíamos alcanzado la cresta de la colina. Al otro lado veía un valle, justo como había dicho mi madre, y las luces de una granja azotada por la lluvia. Pero estaba a unos trescientos metros. Jamás lo conseguiríamos.
— ¡Corre, Percy! -gritó-. ¡Yo no puedo acompañarte! ¡Corre!

Entonces, con un rugido airado, el monstruo apretó las manos alrededor del cuello de mi madre y ella se disolvio, convirtiéndose en luz, una forma resplandeciente y dorada, como una
proyección holográfica. Un resplandor cegador, y de repente… había desaparecido.

— ¡¡Noooo!!
La ira sustituyó al miedo. Sentí una fuerza abrasadora que me subía por las extremidades. El hombre toro se volvió hacia Grover, que yacía indefenso en la hierba. Se le aproximó, olisqueando a mi mejor amigo como dispuesto a levantarlo y disolverlo también.

No iba a permitirlo.
Todo se volvió rojo y lo único que recuerdo antes de caer insconciente es al minotauro disolverse, y una chica rubia mirándome desde el supuesto campamento.

Perseus Jackson, Y La Orden 322☠️ (Abandonada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora