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Por fin después de una larga espera llegué a Japón, ahora me encontraba en el hotel que me quedaría, el cual era uno de dos estrellas y la verdad se veía muy de mala muerte, pero si quería pasar desapercibida lo mejor sería estar en este lugar y no en el departamento que tengo aquí, sabía que ahí había estado mi padre buscándome y no me sorprendería si hay cámaras para seguirme. Desde mis catorce años estuvo detrás de mí, y nunca logró encontrarme, pero sinceramente este jueguito de que el lobo busque a caperucita roja por todos los países y continentes comenzaba a aburrirme, era mejor cortar el problema de raíz.

Dentro de dos horas me encontraría con los dueños de las otras dos mafias, lo cual no me ponía nerviosa ni nada por el estilo, pero tenía que estar alerta, después de todo son personas de las cuales no se pueden confiar, incluyendome. Tengo que confesar que me hubiera gustado tener un amigo al cual contarle todas mis cosas, desde mis secretos más oscuros hasta los chistes malos que se me cruzan por la cabeza o encuentro por internet, o quizá también un novio fijo, porque eso de estar con un chico diferente cada que tenía ganas de follar en algún punto comenzaba a ser aburrido.

Y pareciera que sueno igual a mi hermana, la cual es súper amorosa y cree que todo se resuelve de esa manera y dialogando de una manera pacífica, pero después de ver tantas parejas que conectan de manera amorosa, humorística, sexual, y demás, me hacía sentir un poco de envidia. Sé que llevar una relación conmigo sería una de las cosas más difíciles, porque soy extremadamente fría, no me abro fácilmente (hablando de sentimientos, de la otra manera sí es fácil abrirme, no voy a mentir), y nunca supe amar a alguien, tampoco tuve los mejores ejemplos a decir verdad.

Terminé de arreglarme, sacando esas ideas de mi cabeza, colocándome un chaleco antibalas debajo de la sudadera grande de color blanco, con unos pantalones de jean rotos en la rodilla de color negro, unos borcegos del mismo color, y una gorra sobre mi cabeza. Obviamente debajo de mi sudadera llevaba una pistola, por si acaso. No me sentía segura en ningún lugar, ni con nadie, quizá es algo que envidio de la gente que tiene un trabajo normal y no hace tratos con gente mafiosa, que pueden dormir tranquilos, salir sin el miedo de que alguien los esté vigilando, y disfrutando su vida.

Pero ey, yo disfruto mi vida a mi manera. Salgo, la paso bien con hombres, me compro mis lujos, voy al gimnasio, trabajo, y hago amigos de una sola noche en las discotecas. No tengo que soportar llantos de niños pequeños, llorar porque no me alcanza el dinero a fin de mes o estar angustiada por una pelea con mi pareja. Supongo que vivir a mi manera tiene sus cosas buenas y malas, a la larga me dí cuenta que terminaré siendo una vieja cascarrabias (si es que llego a vieja) pero qué va, en mi juventud la habré pasado de puta madre.

Renté un auto para dirigirme al lugar de encuentro, no pensaba llegar en taxi cuando el taxista podía saber la dirección de donde estaba, sí, soy muy desconfiada, hasta de mi propia sombra. Me extrañó que sea en una casa, mejor dicho una gran mansión, pero suponía que los negocios iban en serio cuando no nos citó en un lugar desconocido y que se caiga a pedazos. Por el espejo retrovisor ví otro auto, un Lamborghini Veneno de color gris. Me mordí al labio inferior al ver tremenda nave, e imaginando la cantidad de cosas que se podrían hacer allí, además de conducirlo.

Bajé de mi auto a la vez que el tipo de la preciosura que se estacionó detrás mío. Iba vestido completamente de negro, con un pantalón cargo y una sudadera que le llegaba hasta la mitad de los muslos. Tenía piercings en su rostro y tatuajes por todo su brazo, que empezaban desde su mano. Me saludó con un movimiento de cabeza e hice lo mismo, para después caminar ambos hacia la entrada de la mansión. En mi mente estaba aquel precioso Lamborghini, ah claro, y tener que estar alerta de cualquier movimiento.

⎯ Has cambiado, Yun.⎯ escuché su voz mientras esperábamos a que las grandes rejas se abran ante nosotros. Lo miré con el entrecejo fruncido, pensando que era un trabajador de mi padre, pero sus ojos eran demasiado grandes para ser alguien de China, y a decir verdad, mi padre solo aceptaba gente proveniente de nuestro país para su mafia, bastante selectivo el viejo que me dió el apellido. Él me miró y al ver esa cicatriz en su pómulo pude reconocer al instante a ese ser fastidioso.⎯ ¿Ya te has olvidado de mí?

You| jjk.✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora