Blonde #3

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Cuando la obra terminó, se levantó con el resto de personas para aplaudir a los actores. 

El estallido de aplausos duró un rato considerable, probablemente por el desempeño de los actores principales. 

Se volvió a su lado, al asiento vacío que no pudo ser ocupado esa noche, mas que por el ramo de flores que compró antes de acudir al teatro.

Expiró, inquieto, al tiempo que seguía a la multitud hacia el pasillo con el ramo entre las manos. No siguió a la muchedumbre al exterior, sino que recorrió el camino contrario hacia los camerinos con rostro apesadumbrado. 

Esperaba que estuviera bien. Ansiaba volver a casa cuanto antes para reunirse con él y asegurarse por sí mismo de que no había de qué preocuparse. Sin embargo, todavía tenía algo qué hacer antes de marcharse. 

Atravesó el pasillo del backstage, evadiendo a las personas que lucían alegres por el trabajo bien logrado. Parecía que estaban a punto de celebrar, así que su conversación tendría que ser rápida. Tal vez una felicitación y nada más. 

No había tiempo para ponerse al día. 

La puerta del camerino que buscaba se hallaba abierta. Echó un vistazo, viéndole desmaquillarse frente al tocador con esa sonrisa altiva que le era familiar, la que pocas veces abandonó su rostro desde que se conocían. 

Tocó la puerta con suavidad, atrayendo la atención de la rubia que le vio con una ceja arqueada a través del espejo. Ella se puso de pie con la elegancia que la caracterizaba, volviéndose a él. Le sonrió, más amable y él hizo lo mismo. 

—Hola. Felicidades por el espectáculo. Como siempre, fue... excepcional —le aduló a la vez que extendía el ramo hacia ella, sabiendo lo mucho que disfrutaba de los cumplidos y obsequios por su ardua labor. 

Ella le miró por un tiempo prolongado, en silencio. Ambos pares de zafiros encontrándose después de tanto, como si nada hubiese cambiado, pero todo lo había hecho. 

La vio acercarse sin deshacer su gesto calmo. Tomó el ramo y observó el conjunto de flores que se dividían en tulipanes y peonías. 

—Tulipanes amarillos y peonías blancas —rio—. Ambos solían ser rojos. Nunca fuiste bueno para combinar colores, preferías el significado. Entiendo los tulipanes, pero ¿qué hay de las peonías? 

Desvió la mirada al suelo, sin atreverse a verla. 

—Una disculpa. Lo siento.

La rubia le vio con sorpresa antes de echarse a reír a carcajadas por la declaración. Él se encogió de hombros, no sabiendo si debería reír también o sólo hacerse el desentendido. Con Chloé no estaba seguro de cómo reaccionar. 

—Eres todo un caso —dijo tras detener sus risas—. Adrien no debe aburrirse contigo. ¿Cómo está, por cierto?

Se llevó una mano al pelo azabache, sentándose en una silla contigua cuando Chloé tomó asiento en la suya sin dejar de verle. Tal parecía que sí tendrían una charla más extensa de lo que creyó. No le molestaba, pero seguía preocupado por Adrien. 

—Se podría decir que bien. Me llamó para decirme que no podía venir porque no estaba de humor. No lo hizo con mala intención, creo que no sabía que te presentarías y yo... no le conté que me enviaste los boletos. 

Chloé soltó una risilla suave, comprendiendo todo de antemano. Después de su charla con Adrien más temprano, entendía que no se sintiera de humor para lidiar más con ese juego del que ella jamás estuvo de acuerdo, pero en el que participó para proteger a su amigo a su manera. 

Blonde (Lukadrien)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora