La sombra acosadora

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          Estaba corriendo como acostumbraba después de llegar del trabajo, el sudor caía de mi frente hasta mis hombros, llevaba puesto un suéter por el frío que hacía, pero aún así no dejaba de sudar. El vecindario dónde vivía solía ser bastante seguro y por eso nunca me llegué a preocupar por la soledad de la noche pues a este vecindario lleno de edificios de ricos no dejaban entrar a cualquiera.

          Llevaba mis auriculares escuchando música instrumental, estaba tan agotada que sentía como mis pasos al trotar se hacían rítmicos con mi corazón y el sonido del piano en mis oídos. Los auriculares inalámbricos empezaron a anunciar que se les estaba agotando la batería lo que siempre me indicaba que ya debía regresar a casa.

          Llevaba tanto tiempo corriendo que no me había percatado del lugar donde estaba. Justo en el momento que los auriculares se apagaron noté el silencio que me rodeaba. La calle estaba alumbrada con luces amarillas y el viento estremecía las hojas de los árboles haciéndolos danzar. Me detuve de correr.

          Guardé mis auriculares y busqué un asiento público que estaba cerca de unos árboles y de un parque que yo no había visto antes. Lo detallé y me di cuenta que parecía nuevo. Probablemente ningún niño rico había jugado antes en él. El viento sopló fuerte dándome un escalofrío tremendo que hizo que cerrara mi suéter tipo chaqueta.

          Miré hacia el cielo y de repente de reojo vi una sombra, en un principio no me preocupó hasta que sentí la extraña sensación de que alguien a mi espalda me estaba mirando, al voltear noté una sombra, una que parecía la de un niño pero no encontraba su origen. Estaba justo detrás del tobogán en el parque.

          Yo era una madre soltera que vivía con su mamá, sabía muy bien la responsabilidad que era tener un hijo, y si había un niño perdido en el parque debía hacer algo. Caminé lentamente hasta llegar justo al frente, la sombra seguía allí pero cuando miré detrás del tobogán no había nada.

          Me espanté y retrocedí para darme cuenta que la sombra también había desaparecido. Miré a mi alrededor para darme cuenta que estaba totalmente sola en un lugar que no estaba segura de conocer, el sudor de mi cuerpo se enfrió haciéndome temblar nuevamente. Pronto me reincorporé a trotar de nuevo.

          La sensación de que alguien me estaba mirando apareció, volteé y las luces de los postes me deslumbraron de una forma que me hizo marearme.

          De pronto de la nada empecé a escuchar unos pasos acercándose, estaban cada vez más cerca y al voltear no veía nada, eran pasos fantasmas. Pero se escuchaban cada vez más cerca.

          —¡Corre! Vamos sal de aquí, tienes que correr más rápido, hay alguien detrás de ti —escuché retumbar en mi cabeza se escuchaba bastante real, pero lo asocié al miedo e hice caso.

          Los pasos se acrecentaron más y yo perdía el aliento de tanto correr, mi abdomen y piernas tenían un dolor agudo que me decía que me detuviera, no pude evitar llorar cuando los pasos ya se escuchaban a solo unos metros de mí.

          —No te detengas vamos, sigue corriendo.

          —No puedo —respondí casi ahogada.

          —Te van a alcanzar, debes correr.

          —Estoy cansada —balbuceé.

          —¡Morirás! ¡Huye! Tú tienes que huir —gritó mi mente pero esta vez mi cuerpo no reaccionó.

          Mis piernas cedieron a la fatiga y me detuve, justo a mi lado sentí un frío que llegó hasta mi pecho e hizo un nudo en mi garganta que no me dejó gritar.

Las Seis Formas Del Miedo (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora