Prólogo

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Intensos gemidos y un jadeo constante eran producidos en una pequeña habitación desordenada y llena de basura.

Los gemidos provenían de una pequeña computadora y el jadeo de un chico que jalaba con rapidez su pene. Parecía como si quisiera arrancarlo.

Aquel chico era un perdedor total, y eso que apenas tenía los 17 años. A la temprana edad de 14 años había arruinado su vida por un suceso que paso. Después de aquel suceso impactante comenzo a drogarse y beber, quedarse en su habitación mirando su ordenador sin hacer nada. El porno lo descubrió después de unos meses y se hizo adicto a el.

El chico dió un respiro de satisfacción después de haber eyaculado. Sin embargo aquella satisfacción se volvió tristeza. Se sentía mal y se daba asco. Siempre se sentía así después de eyacular. Su intimidad se puso flácido y el semen se hacia cada vez más espeso.

Por fin reaccionó y se disipó toda la tristeza. Se levantó y se dirigió al baño. Abrió la regadera y entro. El agua todavía no se calentaba, estaba fría, realmente fría, pero le daba igual. Su mirada estaba muerta.

Termino de darse un baño y limpio su habitación. Aunque sea un perdedor tenía que aceptar que el olor ya se estaba haciendo insoportable.

Dos horas habían pasado y la habitación estaba reluciente. La basura acumulada había desaparecido, los videojuegos y figuras estaban acomodados en dónde deberían de estar y el futón estaba bien doblado. Aunque el perdedor no era japonés, usaba un futón ya que era más cómodo que una colchoneta.

Se sento y miro su habitación. Se había lucido otra vez.

Escucho un gruñido. Su cara se enrojeció y miro a su panza. Otra vez se volvió a escuchar el gruñido.

No había comido nada en todo el día y la panza ya le estaba rugiendo como un feroz animal. Su departamento solo consistía en una pequeña habitación y no había lugar para meter un refrigerador.

Decidió ir a una tienda y comprar comida, pero no antes de ponerse algo de ropa. Miro su armario pero todo estaba sucio. Busco un poco y encontró lo que podria ponerse, una playera blanca con manchas negras, un pans de batman ancho, sus sandalias y una sudadera con la que taparía la playera con manchas. Salió del departamento y un carro a toda velocidad paso a lado de él. El viento que le llegó fue muy agradable y el olor era horrible. Por dónde vivía era todo basura, literalmente.

Cuando llegó a la esquina pudo ver la tienda donde compraría su comida de hoy. Aquella tienda provenía del extranjero, cómo todo lo que esta en este país. El nombre empezaba con una O y seguía con una X y finalizaba con una O. Esta tienda era sumamente conveniente porque la podías encontrar a cada esquina, literal a cada esquina.

Entro y busco fideos instantáneos. Habían de muchos tipos, morochan, doebok, entre muchas más. Agarró una de la maraca nessin de la cual no era para nada picosa, se preparaba con leche.

El perdedor no aguanta para nada las cosas picantes. Pero no significa que le gusten las cosas dulces.

Cuando pago por los fideos salió de la tienda y se dirigió hacia su casa, pero una persona paso a lado de él. Aquella persona le llamo la atención y volteo para verla.

Sus ojos se abrieron más de lo sé podría. Una hermosa mujer voluptuosa de tez blanca y cabello naranja estaba caminando. Pero algo más es que sus orejas eran extremadamente grandes y puntiagudas.

La boca se le abrió al ver que solo llevaba un traje de baño de tirantes. Los pezones se marcaban en el tirante al igual que la vagina.

El perdedor exitado la empezó seguir sin detenerse. Su corazón latía fuertemente y se la comía con su mirada.

Sin darse cuenta que estaban cruzando la calle un auto venía a toda velocidad, y entonces sintió un fuerte impacto.

El dolor se hizo presente y sentía mucho aire al estar volando por el golpe. Cuando dejó de volar cayó de cara y una roca se encontraba ahí. Su ojo izquierdo recibió con las pupilas abiertas a la roca.

Sentía todo su cuerpo arder y perder. Trataba de respirar pero no podía por más que lo intentará, y era un infierno.

Dejó de sentir y pudo escuchar pasos, potentes pasos.

Ahí miro a la mujer de raras orejas que estaba siguiendo, con una sonrisa en su cara. Sin lugar a dudas aquella mujer era hermosa. Sus ojos eran rojos como la sangre y su nariz pequeña.

Oscuro.

El mundo se volvió oscuro y el perdió la conciencia.

El Mundo De Los EflosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora