6. Un mutuo acuerdo

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Elisa sintió cómo se le hacía un nudo en el estómago, no solo ante la revelación de que Drosselmeyer, quien en el cuento y el ballet se suponía era el padrino misterioso y divertido de Clara, cuando en realidad era la mente maestra detrás de todo lo sucedido en el relato, y posiblemente la razón de que ella se encontrará lejos de casa; aún así sentía que había algo más...

- Christopher- lo llamó Elisa, un poco apenada y sin entender el por qué de su reacción al hablarle al príncipe por su nombre-. Dices que los tres príncipes se apellidan Hoffman...

- ¿Quieres saber cuál de ellos es el autor? - la interrumpió Christopher, con una sonrisa pícara en el rostro-. La verdad es que nadie sabe con certeza quién de los tres fue a tu mundo a contar la historia del Cascanueces, vaya, ni siquiera los hermanos saben.

- ¿Los hermanos de quién? 

- ¿Grimm? Tengo entendido que ellos son muy famosos en tu...

- ¡¿Los hermanos Grimm viven aquí?! - gritó Elisa, bajando el tono de su voz al sentir cómo miradas llenas de prejuicio se clavaban sobre ella.

- Sí, aunque a decir verdad, no sé si sea buena idea parar primero con ellos.

- ¡Tenemos que hacerlo! - replicó Elisa, levantando un poco su voz pero sin llamar la atención-. Drosselmeyer me viene persiguiendo desde mi mundo, y por cómo cuentas su historia, dudo que sea con buenas intenciones.

- ¿Qué tu prioridad no era irte de aquí?

Aquellos ojos azules la hicieron sentirse intimidada, algo que no le pasaba desde la preparatoria.

- Sí... bueno... lo más probable es que Drosselmeyer sea la causa de que yo este aquí, y así como quiero regresar a mi mundo, quiero saber por qué le intereso tanto al sujeto.

- Tal vez le gustaste y ya- rio Christopher, haciendo que Elisa, después de verlo con unos ojos amenazadores, lo pisara con fuerza.

- No tenemos tiempo para juegos, principito...

- Ese vive en otro planeta... ¡Bien, bien! - reaccionó el príncipe, ante la amenaza inminente de otra pisada-. Vamos con los hermanos, es posible que ellos tengan algo de información.

- Y después vamos al Reino del Cascanueces.

- Ajá, ¿y cómo piensa usted, o gran heroína, que podremos entrar al Imperio de Navidad sin una invitación?

Elisa se quedó en silencio por unos segundos, y mientras contemplaba el cielo nocturno forrado de estrellas, no reparó en darse cuenta cómo la miraba Christopher, embobado ante la joven que se encontraba en aquel vestido que combinaba justamente con su uniforme de príncipe, mientras ideaba un plan para conseguir lo que tanto deseaba... y que, para su suerte, no lo incluía a él.

- ¿Y si se lo pedimos a tus padres como regalo de compromiso?

Christopher sintió que se iba a desmayar.

- ¿Compromiso? ¡Pero si acabas de decir que es ridículo casarse con alguien a quien acabas de conocer!

Ahora las miradas llenas de críticas negativas se posaron sobre el príncipe por su estruendosa voz.

- Sí, pero no te preocupes- señaló Elisa, dándole una palmada en la espalda-. Será solo temporal. Después puedes decir que me secuestró un goblin o me raptó un dragón, lo que más te convenga.

- Este... si sabes que mi reputación como heredero al trono quedaría MUY dañada si digo que te perdí por alguna de esas cosas... ¿verdad?

- Chris, por favor- le pidió Elisa, tomándolo de ambas manos y sonriéndole con ternura. Como si llevaran mucho tiempo conociéndose, como si...

En ese momento el príncipe se alejó de ella. Había sentido algo extraño, una sensación demasiado familiar que de cierta forma le causó más temor que alegría, no obstante, al ver cómo Elisa enmudeció, y no de la mejor forma; a cómo él había reaccionado, Christopher, queriéndose lucir como el príncipe que se suponía que era, se arrodilló y exagerando un poco la voz para que aquellos fisgones lo oyeran, le preguntó a Elisa:

- Oh lady Elisa, ¿aceptaría el gran y valeroso honor de permitir que me convierta en su esposo?

Ambos chicos sintieron las miradas sobre ellos y Elisa, quien hizo usó de todas sus fuerzas para no reírse, respondió con un "sí" lo bastante audible para obtener una ovación de aplausos por parte de aquella imprudente audiencia.

- ¿Ahora qué? - le preguntó Elisa a Christopher, después de que éste se hubo levantado.

- Pues... tenemos que besarnos.

La seriedad con la que el príncipe lo dijo, hizo que las manos de Elisa comenzarán a temblar. No porque le tuviera miedo a los besos, simplemente jamás había besado a alguien en tan poco tiempo de conocerlo, pero sabía que no tenía mucha opción, así que colocó ambas manos sobre el pecho del príncipe y cerró los ojos esperando el beso inminente, cuando de repente un par de voces comenzaron a gritar alrededor de ellos.

- ¡Felicidades! 



El Bosque Encantado: Un secreto congeladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora