Ser el alma de la fiesta no es fácil. Para lograrlo hay que ser: carismática, alegre, espontánea, atrevida, pero, sobre todo, tú misma y no tener miedo a mostrarte cómo eres realmente. Me tomó un tiempo comprender que ser una chica Curvy —así es como me dice mi amiga Mary— no es algo catastrófico ni mucho menos algo de lo que me deba avergonzar. No tengo la autoestima por los cielos como quisiera, pero he trabajado mucho para que al menos no se encuentre por el suelo.
Tengo caderas pronunciadas, trasero grande y redondo, pechos..., ni tan grandes, ni tan pequeños. No soy una persona fit y tampoco delgada ni por asomo, más bien..., soy el tipo de chica que cuenta con algunos kilos de más, un poco arriba del perfil promedio. Hay quienes me describirían como gorda —mi hermana es de las que tienen como pasatiempo favorito hacérmelo notar—, pero trato de que no sea algo que me importe mucho. Algo que he aprendido es que, si alguien permanece a mi lado, es porque ve la persona que realmente soy sin juzgar mi apariencia, y eso los hace invaluables. En mi caso, esa persona es Mary, mi mejor amiga. Esa que me tendió la mano cuando me vio caer sin conocerme, y que no pienso soltar jamás.
Después de que los novios bailaran Balada para Adelina, la boda se ambienta con todo tipo de música que no puedes solamente quedarte sentado a escuchar mientras el mundo la disfruta.
—¡Tengo mucha sed! —grita Mary por encima de la música después de varias piezas—. ¡Vamos por algo!
Asiento, y ambas nos encaminamos a la barra donde están sirviendo los tragos de alcohol. Mi amiga pide un par de copas con vino, y yo me quedo observando a las personas que agitan varitas fluorescentes mientras siguen bailando.
Mary me pasa una copa, y al tomarla me siento en un taburete seguida por ella.
—Tu prima parece feliz —digo observando a la mujer que protagoniza la noche.
—Ha tenido su boda soñada. Espera a que llegue la hora de irse a su luna de miel, estará más feliz.
—¿A dónde irá?
—Me ha dicho que a Italia.
De pronto, noto a un chico demasiado lindo mirando hacia nosotras. Su cabello es castaño claro, tiene las mejillas más adorables que jamás he visto en un chico, y su mirada es tierna.
Cuando se ve descubierto intenta disimularlo, pero es tarde porque ya lo vi.
Es muy común que a donde sea que Mary y yo vayamos, los chicos se emboben con ella. Mi amiga es una chica preciosa. Fácilmente, podrías confundirla con una supermodelo porque es esbelta, se mueve con gracia, su cabello es rubio hasta los hombros y es envidiable, peinada o despeinada, porque es un enigma el cómo puede lucir tan bella, inclusive si solamente anduviera con una camiseta sin un sostén que claramente no necesita porque tiene todo en su lugar.
Admiro su seguridad.
Lo encuentro divertido por el momento, así que la codeo para que vea lo nervioso que pone a ese chico. Desde donde estoy, puedo notar que se esfuerza por disimular la mirada.
—Creo que tienes un admirador, Mary —anuncio para después beber de mi copa. Ella niega riendo.
—Uh... —Lo analiza por un momento—, es lindo, pero no. No es mi tipo, y no parece que esa mirada sea para mí.
—Yo veo que su mirada es hacia nosotras —insisto—. Parece muy interesado.
—¿Hacia nosotras? —inquiere con duda, prestando especial atención al chico—. No, hacia nosotras, no. Creo que te está mirando a ti, Irene.
—No, imposible —replico desconcertada, porque me ha cambiado por completo el panorama.
—Obsérvalo bien, con detenimiento —dice haciéndome sentir confundida. Se lleva a la boca su copa mientras ahora es ella la que me codea con picardía—. ¡Epa, Irene! Tienes razón al decir que parece muy interesado —menciona y pide una copa más tras terminarse la anterior.
ESTÁS LEYENDO
Una chica curvilínea | Bilogía Complejos I | Finalizada ✔
ChickLitSoy Irene Basso, una chica repostera que trata de vivir la vida sin prejuicios hacia mi persona, pero eso no es siempre posible porque hay personas que simplemente quieren ver el mundo arder y si ellos no son felices, no quieren que nadie más lo sea...