v. LA IRA DE UNA MADRE

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❝madre, cómeme y vuélveme a parir,

esta vez te haré sentir orgullosa.❞

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Alicent recuerda vívidamente cuando ambos niños fueron presentados ante ella, cuando sus niños fueron presentados ante ella. Uno sin un ojo y otro que no se despertaría. Apretó a una Visenya ensangrentada contra su pecho mientras el maestre preparaba un área para estudiar la herida de Aemond. El niño había preguntado repetidamente por Visenya durante lo que debió haber sido una hora sin que ella se despertara y Alicent sintió que su mente se escapaba.

La niña en sus brazos no era menos suya que cualquiera de sus otros hijos. Había estado allí cuando la niña sangró por primera vez y tenía sus súplicas para mantenerlo en secreto por un tiempo más, recordando las noches en las que gritaba a los dioses de arriba para que le devolvieran su niñez por unas pocas lunas más.

Alicent había abrazado a la niña cuando estaba triste, manteniéndose a su lado en cama cuando Rhaenyra no podía cuidar a la niña cuando estaba enferma, había visto cómo Aemond y Visenya comenzaron un amor tierno e inocente el uno por el otro. Uno que ella podría haber tenido con Rhaenyra.

Y ahora sostenía a la niña que se había convertido en suya cuando los hijos del amante de su madre, la propia sangre de la niña, la habían hecho caer en un estado entre la vida y la muerte.

―¿Realmente no hay nadie para ver a Visenya? ―Alicent demandó a los maestres mientras el resto de la corte comenzaba a congregarse en el gran salón de Driftmark.

―Lo siento, mi Reina, pero los otros Maestres...

―Los otros Maestres responderán ante su Reina y vendrán en este instante. ―Alicent siseó, sosteniendo a Visenya más cerca y apartando un poco de cabello, seco con sangre, de su frente.

Por favor, mantente viva dulce niña, pensó Alicent mientras su respiración se aceleraba, no nos dejes aquí.

―Madre. ―Alicent miró a su hijo y sintió un dolor aún más insoportable. No podía perderlos a los dos.

―¿Sí, hijo mio?

―Tenías razón. ―Se trago todo su dolor ante la sensación de su ojo siendo cocido. ―Siempre es mi culpa, Visenya no estaría... ella no estaría...

Alicent tomó su mano con fuerza y ​​sintió su cuerpo temblar con lágrimas contenidas, tragó saliva antes de responderle.

―Esto no es tu culpa, mi niño. ―Dijo Alicent, su voz no traicionaba las emociones que estaban causando estragos dentro de ella. ―Visenya vivirá, debe hacerlo.

Eso silenció a Aemond. Podía imaginar una vida sin su ojo, pero no una sin su prometida. Iban a sobrevolar todo Westeros con sus nuevos dragones, se casarían y vivirían sus días juntos con la mayor satisfacción posible. Ella no podía irse. Ella no podía dejarlo.

Sus sobrinos observaban la escena desde la esquina, acurrucados juntos en su propio miedo por lo que habían hecho. Baela y Rhaena miraron la cara pálida de Visenya con puro arrepentimiento, ella solo tenía la intención de evitar que esto sucediera y ahora...

De repente las puertas se abrieron de golpe y el Rey había llegado. Sus ojos inmediatamente se concentraron en su nieta en los brazos de su esposa y cojeó lo más rápido que pudo, colocando una mano en su mejilla antes de estremecerse por su frialdad.

―¿Cómo pudieron permitir que tal cosa sucediera? ―se dirigió a la guardia real, sus ojos ardían de rabia mientras se dirigía hacia ellos. ―Quiero respuestas.

✓ BORN TO DIE  ˚ ͙۪۪̥◌ house of the dragon. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora