Capítulo 4: Primeras citas

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— ¿Nunca probaste tiramisú? –dijo Matteo con incredulidad. Se veía absolutamente angelical en la iluminación del restaurante italiano. La suave luz dorada de las lámparas hacía brillar su piel bronceada, y sus ojos marrones básicamente brillaban. Era potencialmente el chico más hermoso que Kit había visto en su vida.

— Lo siento, ok? Pídelo entonces, hay una primera vez para todo. –Matteo sonrió y le hizo señas al mesero. Todo lo que él hacía tenía ese tipo de orden. No en la forma en que la persona en la que se había comprometido a no pensar esta noche mandaba a la gente, donde era como si él pensara que era mejor que todos los que lo rodeaban. Era solo este tipo de confianza que exudaba, hacía que Kit se sintiera cuidada. Y también seriamente caliente, pero eso era otro asunto.

— Prendiamo il tiramisù, per favore, e qualsiasi vino lo accompagni. Grazie. –dijo Matteo, las R rodando de su lengua como olas en el océano. Ese acento era como música para sus oídos, podría haberse sentado frente a él y escucharlo hablar italiano toda la noche y aun así haberse ido a casa con una sonrisa en el rostro.– ¿Qué estás mirando, bella? –dijo, sonriendo hacia la mesa mientras jugueteaba con los puños de su camisa. Solo vestía una simple camisa abotonada, pero en él parecía esculpida a mano por los dioses.

— A tí. ¿Por qué? ¿No puedo mirar? –dijo Kit, incapaz de ocultar la sonrisa en su rostro.

— No, sigue mirando. Me gusta. –dijo. La pareja había estado en su propia pequeña burbuja toda la noche, hablando de sus trabajos, sus amigos y su infancia, ocasionalmente coqueteando descaradamente, como ahora. Kit miró hacia otro lado y se rió en voz baja, con la cara roja, avergonzado por su franqueza.– Ey, eso no es justo, yo también debería poder mirar. –Matteo bromeó y Kit echó la cabeza hacia atrás para mirarlo, su mano se acercó para sostener la de ella sobre la mesa. La suave música italiana sonaba por los altavoces mientras se bebían, solo interrumpida por el camarero que se aclaraba la garganta mientras dejaba dos copas de vino nuevas y pequeñas y les servía a cada una un poco del líquido de color ámbar.

— ¿Qué es esto? –preguntó Kit. Ya habían terminado una botella de vino tinto entre ellos, y aunque ella no estaba ni cerca de estar tan borracha como la noche anterior, el alcohol estaba asentado en su estómago, ayudándola a sentirse cálida y cómoda frente al italiano.

— No sé, algo que el mesero piensa que hará que tu primer tiramisú sea aún mejor, espero. –Matteo bromeó. Estaba pensando en algo ingenioso que decir a cambio cuando su teléfono comenzó a zumbar desde su bolso (que había comprado esa mañana en Milán mientras también compraba un vestido nuevo). Tuvo la tentación de dejarlo, pero luego comenzó a preocuparse de que su madre hubiera muerto o algo así, así que revisó el identificador de llamadas. Era Christian, mierda. 

— Contesta. –dijo Matteo desde el otro lado de la mesa. No parecía molesto ni derrotado ni nada por el estilo. Solo miró comprensivo.

— ¿Estás seguro? No tengo que hacerlo. –dijo Kit, pero la mirada en su rostro claramente contaba otra historia.

— Ve, está bien. De verdad. Este restaurante es lento igualmente. –respondió Matteo, claramente sonriendo para hacerla sentir mejor.

— Gracias, será rápido. –colocó una mano en su hombro cuando se fue, y él colocó una mano en la parte posterior de su cintura cuando pasó junto a él al salir, la sensación le envió un hormigueo de arriba a abajo.– ¿Hola? –dijo mientras contestaba el teléfono.

— Kit, hola, lo siento por la llamada tardía. –Kit miró su reloj. Ya eran las 9:30, las últimas 3 horas con Matteo habían pasado volando.

— No te preocupes, ¿qué pasa? –respondió, tratando de contener un suspiro.

Kit's out of the bag || Max Verstappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora