A Jeon Jungkook no le gustaba la fuerte sensación de triunfo que lo invadía. Significaba que ese momento era más importante de lo que le gustara admitir. A fin de cuentas estaba a muy poca distancia del hombre que prácticamente lo había acusado de violarlo solo para proteger la inmaculada imagen que cultivaba ante su padre. Por su culpa había perdido su trabajo y había sido incluido en la lista negra de todos los hoteles de Europa.
Sus cabellos, eran tan rubios que resplandecían casi blancos bajo la suave luz de los candelabros. El porte seguía siendo tan descuidadamente regio como la primera vez que lo había visto en aquel salón de baile en Paris. Era un pura sangre rodeado de seres inferiores y las mujeres lo ignoraban, como si fuera un competidor.
Jungkook recorrió su rostro con la mirada. La línea patricia de la nariz no dejaba lugar a dudas sobre su aristocrática cuna italiana, diluida en parte por una madre medio inglesa. Tenía la piel fina y suave, como un pétalo de rosa.
Una piel que había acariciado con reverencia, como si se tratara de un dios, como si lo estuviera marcando, mancillando con sus dedos. Con los puños fuertemente apretados recordó como ese doncel lo había animado a continuar con sensuales jadeos.
- Por favor, tócame Jungkook. –
Y luego lo había rechazado, acusándolo de atacarlo. En ese instante él se volvió y lo miro, y la ira despertada por el recuerdo se concentró en un torrente de sangre que se instaló en su cabeza y su entrepierna. Imposible escapar al impacto de los enormes y resplandecientes ojos azules bordeados por unas negrísimas pestañas. Sim embargo, lo que atrajo su mirada fueron los labios, pecaminosamente sensuales y rosas. Unos labios que pedían a gritos ser besados. En un segundo Jungkook quedo reducido a un puro instinto animal y odio a ese hombre por lo que le hacía. Siempre lo odiaría.
No, se corrigió, siempre no. Solo hasta que terminara lo que él había empezado. Se lo había hecho por aburrimiento, por curiosidad. Porque había tenido el poder para hacerlo. Porque él no era nada.
Pero las tornas habían cambiado. Él ya estaba lejos de ser un don nadie y gracias a un cruel giro del destino, Park Jimin había caído más bajo de lo que él había estado jamás tornándolo vulnerable ante él.
La rubia cabeza desapareció momentáneamente de su vista y Jungkook sintió contraerse las entrañas. No le gustaba sentir el interés de los demás hombres sobre él. Lo hacía sentirse posesivo, y no le gustaba.
Park Jimin avanzaba entre la gente con cuidado de no derramar el contenido de la pesada bandeja cuando un robusto torso a la altura de sus ojos lo obligo a para.
Levantando la vista contemplo al gigante de anchos hombres vestido de Frac. A punto de abrir la boca para disculparse, la mirada se posó en su rostro y se quedó helado.
Jeon Jungkook.
Lo reconoció de inmediato y el efecto fue devastador. Era como si no hubieran pasado más que escasos minutos, y aun así habían sido cinco años.
Enseguida percibió la expresión de odio en sus ojos y sintió que el estómago se le agarrotaba. De todas las personas a las que podría haberse encontrado en su nueva vida, nadie sacaría mayor rendimiento que Jeon Jungkook. ¿Y acaso podría recriminárselo?
- Vaya, vaya, vaya. –
La voz, tan dolorosamente familiar, apretó un poco más el nudo de su estómago.
- Que gracia encontrarte aquí. –
Jimin sentía la mirada deslizarse lentamente por el uniforme de camarero. Sentía una corriente eléctrica recorriendo sus venas, vibrante e inquietante.
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PERDON SIN OLVIDO [KOOKMIN]
RomanceADAPTACION PERDON SIN OLVIDO Park Jimin quizás tuviera sangre azul en las venas, pero jamás le había gustado el opulento estilo de vida de su familia, que no le había provocado más que desgracias. Tras la ruina familiar, el único bien que quedo con...