♥Capítulo 3♥

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Vislumbré la fuente de cristal de agua rosada y me detuve frente a la puerta principal. Mis pulsaciones eran erráticas y, por mucho que quise apaciguarlas, me resultó imposible. Solo sentí como los latidos de mi corazón se detuvieron por segundos cuando una estridente voz sonó tras de mí, y mi amago de abrir ese gran rectángulo de hierro que se alzaba frente a mí, quedó en la nada. No fue un susto sencillo, sino que vino acompañado de un gran latigazo que me sacudió el estómago y me dejó paralizada.

—¿Por qué te has asustado de mí? ¡Si soy adorable! —era esa voz que antes me había asustado y lo volvía a hacer de nuevo, la del zorrito rosado con alas.

Una vez me recuperé del susto, al tiempo que me llevaba la palma de la mano al pecho, busqué la fuente del sonido y ahí lo encontré, flotando a mi izquierda y observándome con fijeza, como si yo fuera la pieza que completara un rompecabezas al que su mente jugaba.

—¿Qué eres? —pregunté frunciendo la nariz.

—¿No sabes qué soy? —interrogó revoloteando a mi alrededor.

El animal preguntaba como si fuera lo más normal del mundo, pero para mí era justo todo lo contrario. No era de este lugar, no comprendía sus leyes y era el primer animal que veía desde que había llegado, mi desconfianza era más que justificable.

—Pues la verdad es que no —hice una pausa y pregunté —, ¿debería preocuparme?

—¿Preocuparte? —repitió con voz chillona y aleteó sus pestañas, efectuando un gesto que me resultó de lo más adorable.

—Sí, ya sabes, por si eres peligroso y eso —repliqué tratando de no ablandarme ante tal monería, podría transmitir cualquier enfermedad. Por no mencionar que, en aquel entonces, no conocía Magicis Regnum, y dudaba que el ser frente al que me encontraba pudiera ser uno de esos oscuros que aparecen en los libros de fantasía, te ofrecían un trato y ahí era justo donde acababa tu libertad.

—¿Peligroso? —abrió mucho sus pequeñitos ojos brillantes y de seguida añadió otra pregunta —¿Tengo pinta de serlo?

—Hasta que no me digas qué eres...

—¿Te suena la Silva anima mea? —interrogó sin dejar de mirarme.

«En la leche, qué nombre más raro», por supuesto que no sabía que podría significar aquello, mucho menos saber qué era.

—¿Eso es fairy? —pregunté, pues en caso de serlo, no conocía la traducción. El animalillo resopló y yo agregué, tratando de adivinar —Ah, ya sé. ¿Eres un animal parlante?

—Me ofendes —me contestó frunciendo la nariz y sus orejitas se agacharon hacia atrás.

Hizo un gesto que me recordó muchísimo a uno de esos cachorrillos de orejas de puntiagudas, lo que hizo que cada vez me costara más mantenerme derecha y alerta, ante el posible peligro que quedaba frente a mí.

—Como no vayas al grano —comencé a decir, pero la puerta de la entrada se abrió y tras ella, apareció mi padre, que me estudió con preocupación. Yo, sin dejar de mirar a papá, continué la frase que había dejado a medias —, no lo voy a adivinar en la vida —terminé buscando el animalillo con la vista, pero ya no estaba allí.

—¿Con quién hablabas? —su desasosiego no desapareció de sus ojos.

—Yo... eh... ¿No lo has visto? —interrogué al tiempo que continuaba buscándolo. No estaba por ninguna parte, se había esfumado. Desapareció en un «chas», como la canción que versionó Aitana en Operación Triunfo; solo que, en la letra de la canción, el "ser" aparecía.

—¿Qué tenía que haber visto? —me preguntó.

—Pues ya sabes, con alas, más o menos así —gesticulé su tamaño con mis manos —, de color rosita...

I. El regreso del Reino del Aire 💘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora