La tensión era bastante palpable entre la tribuna de ambos países, enfrentándose contra uno de los grandes grupos de fútbol, y jugadores que poseían cada equipo. Ambas selecciones contaban con buenos jugadores a su favor, la selección tricolor iba con renovado ánimo luego de aquel empate contra Polonia, dispuestos a dar lo mejor de ellos para poder llegar a los cuartos de final y de ser posible ir a una final, queriendo romper la "maldición" que cargaban desde hace tiempo de solo quedar en los octavos.
Si bien el equipo tricolor no poseía de sus antiguos jugadores contaban con nuevas promesas del fútbol, pero había varios que se mantenían entre el equipo, cómo lo era el guardameta del equipo mexicano: Guillermo Ochoa. Conocido por ese apodo de "El muro Ochoa" en los tiempos del mundial. El arquero era bastante consciente de las formas en las que se referían a él en las redes sociales, sus bromas y quejas sobre sus malos juegos en las temporadas de su liga MX, y el cómo sacaban teorías sin sentido de que le congelaban durante ese tiempo y era descongelado para los mundiales.
La gente solía ser bastante extraña, y más los aficionados al fútbol.
— San Memo Ochoa. — Lozano llegó a él entre una ráfaga de viento que dejó tras suyo por querer alcanzarlo. La sonrisa que tenía el hombre le contagió una propia, ignorando el hecho de cómo se había referido a su persona.
— Chucky, ¿qué ocurre?
— Nada fuera de lo común, solo tenemos cierta visita en el vestidor. — Dijo el chico con una mirada conocedora en su rostro, esa que solía usar siempre que se refería a una sola persona en cuestión. Guillermo abrió sus ojos sorprendido por las palabras, y señaló a su vestidor para confirmar lo dicho. Lozano asintió solemnemente y palmeó su hombro con algo de fuerza. — Anda hombre, no le hagas esperar.
El portero asintió luego de darle las gracias a su compañero y volvió al vestidor del que había salido hace minutos ya, cruzó de varios miembros del personal y uno que otro de sus amigos llegando al vestidor. Guardado estaba ahí dentro, manteniendo de una amena plática con la visita del de rulos, ambos parecían bastantes cómodos el uno con el otro, cómo si no se fuesen a enfrentar en menos de media hora.
— La próxima debes quedarte a la fiesta, se puso bastante buena.
— Dudo que le hubiese agradado, es un amargado. — Guillermo interrumpió la plática de ambos, llamando la atención de los dos hombres con una sonrisa ligera en sus labios, quitando los guantes de sus manos dejándolos en la banca de entrada. Le dió un golpe suave en la espalda a Kevin al pasar, riendo al oír su queja y cómo metería demanda por abuso de poder, restando importancia y quedando frente al hombre que le miraba de una manera tan amable y gentil en su rostro.
— Así cómo tú. — Respondió el argentino con una sonrisa, extendiendo su mano para tomar la del de cabello negro, entrelazando sus falanges con suavidad.
— No quiero ser la tercera rueda, cómo siempre. Les veo afuera.
Andrés dijo poniéndose de pie y jalando a Kevin consigo, que se negaba a irse. Queriendo ver todo, puesto para él aún era nuevo el presenciar aquello.
Luego de que ambos jugadores se marcharon entre una risa baja, Ochoa volvió a ver a su pareja quién le jaló para con él en un abrazo suave y cálido. Respondiendo con gusto ante el gesto y jugando con el cabello del de menor estatura, manteniéndose así por bastantes segundos.
— Debiste avisarme que vendrías.
— ¿Y no haberte podido dar la sorpresa? Me conoces, Francisco. — Dijo con una risa el argento, poniéndose de puntillas y dando un beso en su mejilla. — Solo deseaba poder darte suerte en el partido.
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