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Muerde, por veinteava vez en lo que va de la hora, la goma de su lápiz con excesivo nerviosismo mientras relee sus respuestas finales

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Muerde, por veinteava vez en lo que va de la hora, la goma de su lápiz con excesivo nerviosismo mientras relee sus respuestas finales. Decidida a no hacerlo apenas hubo puesto un pie dentro de esa aula, Tzuyu ahora rompe su propia promesa implícita revisando sus respuestas, lo cual no le trae otra cosa que malestar estomacal y demasiada desconfianza sobre sí misma.

"Ya está, terminó." piensa, mirando el reloj sobre la pizarra de gis en la pared frente a ella. "Dos minutos, es todo Tzuyu, en dos minutos te vas a la mierda de aquí." se repite, tratando encarecidamente de no contar los ciento veinte segundos que lo separan de la libertad.

Al tipo a su derecha se le cae el bolígrafo y Tzuyu siente cada vello en su nuca erizado del susto. Tan sólo de escuchar ese ligero golpe, ya había crispado los dedos en el lápiz.

"Deja de ser una histérica."

La manecilla avanza, torturando al pelinegro con su horrible lentitud. Un minuto, un minuto menos y sería todo.

─Abajo los lápices. ─anuncia la supervisora, con los codos sobre la mesa y el índice deslizando con elegancia las gafas sobre el puente de su nariz. ─Se acabó el tiempo.

Tzuyu toma aire, sujetando de la esquina inferior izquierda el montón de hojas para ponerse de pie y dejarlo en el escritorio de la supervisora. Una fila de estudiantes se forma a su espalda : unos más angustiados que otros, mientras caminan como reces al matadero.

Tzuyu en algún momento fue de esos: asustados peleles que caminaban al escritorio con la angustia y la resignación al fracaso en medidas exactamente iguales. Pero ya no más, no después de meses de estudiar y realmente esforzarse para obtener una calificación aprobatoria en los extraordinarios.

Su pase de salida de ese maldito pueblo estaba a milímetros de distancia y maldición, se sentía realmente bien.

Apenas pone un pie fuera del aula, puede respirar de nuevo aire que no huele a desesperación y viruta de borrador. Choca los costados de sus botas en un tic insistente, mientras pasea la mirada alrededor del amplio y vacío patio de la escuela.

Demasiado vacío para su gusto.

Tzuyu suspira, con los dedos entrelazados detrás de la cabeza y estira su cuerpo hacia arriba, tratando de entretenerse en el crujir de su cuello y no en el hecho de que espera a alguien. Alguien que debería estar ahí.

─Si sigues tronándote así los dedos, vas a quedar reumático. ─ Sana llega desde atrás, poniéndose de puntas para hablarle a la mayor cerca del oído.

─ Creí que te habías ido. ─ con ceño fruncido y una postura amenazante, Tzuyu encara a la menor.

─No te dejaría, aunque me recibas así de feo. ─ bebe de su jugo en cajita, con un encogimiento de hombros y una sonrisilla en los labios. ─ Hola.

─Sí, vámonos. ─ Tzuyu avanza sin esperarla y a Sana no le causa otra cosa que gracia, cuando camina detrás de la alta y molesta pelinegra.

─ Claro su alteza.

rude girl ; satzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora