Soltando el miedo

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Al parecer sí fue una mala idea asistir a esta ostentosa fiesta.

Para ser sincera es la mejor a la que he asistido, buena música, buen vino, todos están pasando un buen rato luciendo sus ostentosos trajes y vestidos.

Me encuentro en una situación que determinará si muero o vivo. Lo primero que viene a mi mente es el querer rendirme, típico de cualquier ser humano.

Los nervios se me alteran y la ansiedad se apodera de mí al ver que el arma apunta a la frente del señor Puzo. Tal vez él no saldrá ileso de esta, ¿Y que hay de mí?

A lo mejor, yo pueda escapar como toda una cobarde. ¿Habrá algo que pueda hacer para salvarnos a ambos?

Justo cuando estoy a punto de rendirme y aceptar que no puedo hacer nada, ella vuelve a mi mente.

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El ambiente en el que se encontraban era lo más horrible que habían visto en sus vidas: paredes mohosas, la habitación con mala iluminación y llena de humedad.

El sueño de Elizabeth no se hizo nunca realidad. Nunca volvió a casa. Hallie no volvió a atender a soldados heridos. Ninguna de las dos volvió a tomar un arma para ayudar a combatir en el frente.

Se habían condenado a la muerte más larga, casi interminable al estar atrapadas en un lugar desconocido, donde nunca más vieron salir el sol.

—No lo soporto más —sollozaba Hallie—, solo tengo ganas de acabar con todo de una vez por todas, Elizabeth. No sé cómo seguir adelante.

—La verdad yo también me siento decepcionada, nuestras vidas ya no valen nada después de lo que nos han hecho, pero no significa que perdamos la esperanza de iniciar de nuevo. —habla Elizabeth ida con su mirada perdida, como si su mente ya no estuviera presente. La imaginación era la única que tenía el poder de sacarla de ese horrible lugar.

—Mi madre cuidó tanto de mí, ella no quería que nada malo me pasara. —puso su mirada fija en Elizabeth y lágrimas fueron las que brotaron de sus ojos nuevamente—. ¿Será posible que podamos escapar algún día?

—Lo he está pensando, apenas llevamos un mes aquí y por lo que he visto hay una posibilidad de que huyamos.

Justo después de callar, se escucharon unos gritos de auxilio que llamó la atención de las muchachas.

Era tan diferente a los que se escuchaban seguido.

Era el llanto de una niña.

Elizabeth se levantó de donde estaba recostada para ir a la puerta y escuchar mejor lo que pasaba afuera.

—Elizabeth, ve más despacio —le ordenó Hallie—. Apenas te estás recuperando de...

—¡Shhhh! Déjame escuchar un poco.

Hallie imitó a Elizabeth, ambas tenían pegadas sus orejas a la puerta. El llanto y la llamada de auxilio no cesó hasta que la niña entró a la misma habitación donde estaban ellas.

Los hombres que llevaban a la niña notaron que las jovenes estaban espiando. Ellas recibieron golpes por tal "indiscreción".

Un nuevo propósito: Intentando sobrevivir Donde viven las historias. Descúbrelo ahora