CAPITULO II : Kristian Carter

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    – Mamá ¡Hoy no quiero ir a la escuela!

    – Hijo, la escuela es muy importante, aprenderás mucho y serás un gran orgullo para mí decía su madre Alicia – Te amo hijo, ahora vamos que se hace tarde

    – No te preocupes Ali, yo lo me lo llevo hoy, quédate y descansa mi vida– expresaba el padre de Kristian, Petter.

    – Está bien cariño, pero abrígate bien, con cuidado.

    – ¡Claro que sí, mi amor! Descansa. Vamos Kristian, ¡llegarás tarde!

Kristian vivía en un pueblo a las afueras de la cuidad, llamado NeverWhere, su madre Alicia, trabajaba de jardinera y su padre en la construcción, vivían en una pequeña casa, nívea como la nieve, tejas carmín, lo suficientemente espaciosa para que los 3 pudieran subsistir. Rodeados por una cancela sombría; eran de clase media ya que a su padre le iba muy bien en su trabajo, aunque, Alicia no ganaba tanto, era suficiente para estar tranquilos.

El padre de Kristian y el fueron juntos a la escuela, ya que, a Petter le quedaba de paso la escuela de Kristian a su trabajo, en el camino es el padre del pequeño Carter quien decide romper el hielo.

     – ¿Qué tal la escuela?

    – Es aburrido padre, no me gusta nada de lo que me enseñan, todo es tan complicado.

    – Tranquilo hijo mío, estoy seguro de que más adelante le tomarás el gusto, solo eso, tal vez y luego encuentres el gusto en alguna de esas clases que tanto te aburren.

    – Padre no es solo eso, los niños se ríen mucho de mí, siento que no les agrado.

    – ¿Se burlan de ti? ¿Qué te dicen hijo?

    – Me llaman "el bicho raro", y nadie quiere estar conmigo a la hora de descanso, ningún niño se sienta a mi lado para comer.

    – Pero, ¿cómo es eso posible? ¿Hay algo que deba saber? Kristian Carter, ¿me estás diciendo toda la verdad?

    – No le cuentes a madre, padre por favor– exclamaba Kristian preocupado.

    – Está bien ¿Qué ha pasado?

    – Una niña me pidió una hoja para pintar, yo se la he dado, pero, luego escuche voces en mi cabeza, escuchaba a la niña hablando, pero ella no estaba moviendo los labios, era como si pudiera meterme en su mente y adivinar lo que estaba pensando.

    – ¿Y qué estaba pensando? – pregunta su padre curioso y algo preocupado.

    – Dijo que la quería para dibujar al profesor de matemáticas y poner el dibujo bajo la silla de otro niño para inculparlo, yo le dije que no haga eso, que no está bien, la niña me dijo que a que me refería y solo le dije que no pusiera el dibujo bajo la silla de aquel niño. Ella solo se fue, salió corriendo, desde ese día ya nadie se me acerca.

    – ¿Hace cuánto pasó eso?

    – Hace tres semanas padre, por favor, no le digas a madre, ella pensará que miento y se molestaría conmigo.

    – Tranquilo hijo, no le diré nada a tu madre, mira, ahí está la escuela, pórtate bien, y no le hagas caso a las voces de tu cabeza, ¿sí? Todo va a estar bien, es solo tu imaginación – le decía su padre, aunque ya él sabía perfectamente lo que estaba pasando.

    – Gracias padre, te quiero mucho – Kristian se sentía seguro con aquellas palabras dichas por su padre, le da un abrazo y decide irse al colegio.

La realidad de las cosas estaba más alejada de lo que piensan, claro que su madre se iba a molestar, pero no con su hijo, si no con el destino, Kristian al parecer había heredado parte de los dones que la acompañaban desde su nacimiento.

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