Como fuego y arañas

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Estar solo en un bosque a mitad de la noche sería algo que muchas personas evitarían, pero ese no era el caso de Wednesday Addams. Por el contrario, ella se regocijó en el silencio sepulcral, en la oscuridad y en la soledad que la envolvía, a los cuales recibió como si de sus mejores confidentes se trataran. Ahí, con la tenue luz de la luna llena tocándola, estaba experimentando lo más parecido a la felicidad que podía sentir su corazón podrido.

Desgraciadamente esa paz era momentánea. Una prueba era que los aullidos a la distancia se volvían cada vez más ausentes y lejanos. Esa idea tendría que ser desgarradora, pero extrañamente no lo era. En vez de eso le trajo una emoción misteriosa, algo similar a cuando uno de sus asesinatos había sido frustrado, pero había una posibilidad segura de concretarlo en una próxima ocasión y hacerlo aún más sanguinario. Era raro.

No quiso seguir mortificándose por eso, así que suspiró y se aferró a la tranquilidad, al menos hasta que la magia se rompió por el sonido de una rama rota y pasos acercándose. En otro escenario habría comenzado a planear como destripar de la forma más dolorosa a la persona que había tenido el atrevimiento de interrumpirla, pero sabía de quién se trataba, así que no lo hizo.

—¿Terminaste? —preguntó Wednesday mientras se volteaba, su voz fría.

Como era de esperarse, su tono no espantó a la recién llegada, que en vez de alejarse tomó esas palabras como una señal para acercarse. Ahora un poco de luz la rodeó y Wednesday la pudo vislumbrar mejor. Primero, observó un rostro conflictuado, con ligeros rastros de sangre en la comisura de los labios. Después ropa, mal puesta, llena de tierra y suciedad. Finalmente, contempló una postura tensa, pero despierta, como un depredador que está vigilando a su presa. La imagen la estremeció de una forma placentera, y es que pocas veces Enid se había visto tan hermosa como en ese momento.

—No luces feliz —notó Wednesday.

La cara de Enid se transformó lentamente de la incomodidad al disgusto. Incluso se hincó e intentó cubrirse para que Wednesday no la viera. No hubo lágrimas y con ello ningún motivo de preocupación, así que Wednesday solo se acercó hasta estar justo al lado de ella. Meditó si debía tocar su cabello para consolarla, pero ella no haría eso y por consecuente sus manos no se movieron ni un centímetro.

—¿Cómo voy a estar feliz? ¡Apesto, estoy cansada, sucia y las transformaciones son dolorosas! Además, mis impulsos son difíciles de controlar, ¡casi me devoro a un ciervo de camino a aquí!

Wednesday hizo un sonido de afirmación, aunque en realidad no compartía el pensamiento. Todo eso sonaba maravilloso en verdad. Era un recordatorio de quién era Enid: la niña y la bestia, de que detrás de esa torpeza, ingenuidad y colores ridículamente llamativos, había una criatura visceral y magnífica más fuerte que cualquier otra.

Casi de forma instantánea, Wednesday se agachó ligeramente y tomó la barbilla de la mujer lobo. La obligó a que la viera. La vista tendría que ser escalofriante para cualquiera, ya que Wednesday no era conocida por su mirada amable, menos en un ambiente tan tétrico como ese, un bosque a mitad de la noche, pero Enid no la vio con miedo, sino con curiosidad y si las habilidades sociales de Wednesday no eran tan malas, anhelo y cariño.

Ambas se observaron por un momento hasta que Wednesday acercó su otra mano para limpiarle bien la sangre del rostro. Enid se dejó tocar obedientemente, como si de un perro se tratara, y al terminar Wednesday admiró su trabajo. Sin embargo, se tomó un poco más de tiempo del necesario para mirar los colmillos de Enid que resaltaban tan filosos y letales como si de dagas se trataran. Por un momento la chica envidió al ciervo. Qué dicha debía ser tener esos dientes enterrados en el cuerpo. Sería doloroso, definitivamente lo último que verías. Una buena manera de morir.

Como fuego y arañas [Wenclair]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora