Capítulo 1.

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Sin miedo a nada.

Capítulo 1.

Tokio, Japón.

No era ése el mejor momento, ni tampoco el mejor lugar, para comenzar un escándalo; después de todo, se encontraban en un funeral, pero eso a la mayoría de los presentes parecía no importarle. Como si fuera participante de una película en la que le pidieron, de último minuto, que actuara en un papel que desconocía, Genzo Wakabayashi vio a su prima Eriko atravesar con rapidez el corredor (con lo cual estuvo a punto de tirar uno de los jarrones con flores blancas que se pusieron en honor a su difunto padre) para dirigirse con la furia de un huracán hacia su madrastra. El joven portero del Bayern Múnich no tenía ni diez minutos de haber llegado y ya estaba presenciando una escena digna de vergüenza, a su parecer.

– ¡Eriko, detente ahora mismo! –gritó Genzo, en una orden que resultaba inútil pues era evidente la muchacha no la seguiría.

– ¡Eres una maldita oportunista! –exclamó Eriko delante del ataúd que contenía los restos de su padre y sin prestarle atención al joven–. ¡No deberías de estar aquí!

La persona a la que iban dirigidas estas palabras era la segunda esposa del recientemente fallecido tío de Genzo, el doctor Hatori Wakabayashi; a juzgar por los comentarios con los que el portero había sido bombardeado durante los últimos tres años, su segunda tía era una mujer calculadora que había seducido a Hatori para quedarse con su fortuna. A pesar de esto, el portero no creía que la viuda mereciera ser atacada en el funeral de su marido, pero pronto quedó claro que ella no tenía planeado actuar como una víctima.

– ¿No tendrás algún otro insulto en tu repertorio? Ya me tienes fastidiada con el cuento de que soy una oportunista –replicó la madrastra, con una helada tranquilidad–. Bien podrías decirme que soy una devoradora de hombres, una súcubo del mal, qué se yo, pero no sales de la misma palabra. ¿No te aburres, en verdad? Además, no estuviste presente cuando Hatori murió, qué curioso que pienses que soy yo la que no tiene derecho de estar aquí.

– ¡Eso fue por tu culpa! –rugió Eriko y enrojeció por la acusación; que la otra estuviera tan calmada la hizo enojar más–. ¡Y no te atrevas a llamar a mi padre por su nombre, lárgate antes de que haga que te echen de aquí!

Eriko había decidido que se contendría y que no armaría un escándalo, pero su resolución se fue al traste en cuanto vio a su madrastra en la funeraria; al toparse con la mirada retadora de ésta, Eriko tuvo deseos de abofetearla. ¡Esa mujer debía tener mucho descaro para atreverse a mostrar su cara por ahí! ¿Para qué hacer ese teatro de asistir al velorio a derramar lágrimas, como si realmente lamentara la muerte de Hatori? Genzo, a su vez, no pudo evitar alzar las cejas de la sorpresa al escuchar la forma tan peculiar en que había respondido la segunda señora de Hatori Wakabayashi, como si de verdad no le interesaran los insultos de Eriko.

– Me gustaría ver eso, que intentaras sacar de aquí a la persona que organizó el funeral –replicó la viuda, con ácido sarcasmo que no se molestó en ocultar–. Es más probable que yo consiga que te echen a que sea al revés, ya que fui yo la que pagó todo.

– Con el dinero de mi padre, no te enorgullezcas tanto. –Eriko le echó un vistazo a la cruz que estaba colocada sobre el ataúd–. Y peor todavía: ¡Con tus costumbres extranjeras! Todo está preparado al estilo de una religión cristiana, esto no lo hubiera autorizado mi padre, ¡él hubiese querido un velorio budista!

– Tú no estuviste en su lecho de muerte para saber cuáles fueron sus últimos deseos ni tampoco te consta que yo haya pagado esto con su dinero, así que haz el favor de callarte. –La madrastra de Eriko apretó los dientes–. Además, hace un par de años tu padre comenzó a interesarse por la religión católica, para que lo sepas.

Sin miedo a nada [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora