Epílogo.

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Epílogo.

Un 7 de diciembre, años después.

La mañana de su cumpleaños fue inusitadamente fría para ese invierno prematuro que ya invadía las calles de Múnich. A pesar de la calefacción, la cama se sentía fresca y Genzo supo que la persona que había dormido en la otra mitad se había levantado hacía mucho tiempo. Todavía amodorrado, el joven se levantó y se puso una camiseta de manga larga; el reloj de su teléfono marcaba las 10 de la mañana, cosa que lo sorprendió dado que no estaba acostumbrado a dormir hasta tan tarde, y se dio cuenta también de que tenía algunos mensajes de WhatsApp esperando a ser leídos.

"Feliz cumpleaños, Wakabayashi", rezaba el mensaje que le había enviado Schneider. "Bienvenido a la adultez".

– Si serás –gruñó Genzo, aunque después sonrió–. Al menos yo ya acabé de madurar, a diferencia tuya.

"Joyeux anniversaire! (¡Feliz cumpleaños!)", decía el de Elieth. "¡Más te vale que estés listo a tiempo para tu fiesta sorpresa!".

– Si me lo dices, ya no es sorpresa –comentó Genzo en voz alta, tras reírse.

A ambos les agradeció sus buenos deseos y les aseguró que los vería en la noche, pues ya sabía que estaban organizando algo para él. A Wakabayashi le daba gusto que sus dos amigos, personas que hasta hacía relativamente poco no sabían de la existencia del otro, en ese momento fuesen una pareja estable y bien consolidada. Elieth continuaba trabajando en París junto a su padre, pero había anunciado que quizás la mandasen al consulado de Francia en Múnich para comienzos del próximo año, lo cual a Karl le parecía más que bien. Genzo solía comentarle con frecuencia que, si no hubiera sido por él, Schneider nunca hubiese conocido al amor de su vida, y si bien el alemán sabía que esto era cierto, no lo aceptaba abiertamente. En cualquier caso, cada que tenía un día libre, Karl viajaba de Múnich a París para ver a Elieth y otro tanto hacía ella, pero a la inversa, para verlo jugar con el Bayern. Y aunque ninguno hubiera hablado de eso, Wakabayashi los conocía lo suficiente a ambos para saber que lo suyo iba en serio.

– Me da gusto que ustedes lo hayan tenido más fácil –comentó el portero en voz alta, después de lo cual continuó leyendo el resto de mensajes que tenía pendientes.

Habían pasado más de dos años desde la muerte de Hatori y aunque la vida de Genzo no había cambiado tanto en cuanto a rutinas, sustancialmente había dado un giro de 180 grados. Cierto era que continuaba siendo el portero del Bayern Múnich y seguía cosechando éxitos tanto en este equipo como en la Selección de Japón, pero había un añadido importante en su vida, tan importante que él se preguntaba cómo había podido vivir sin eso antes. Más aún, se preguntaba por qué se había resistido tanto a recibir esa bendición, cuando era una de las mejores cosas que le habían pasado en su vida.

A esas alturas, una vez que hubo pasado la conmoción inicial y el polvo del terremoto que causó se asentó sobre los escombros, las secuelas de su rebeldía se hicieron presentes a intensidades variables. La comunicación que Wakabayashi mantenía con su familia era distinta, dependiendo del miembro de la familia del que se estuviera hablando. Y considerando que Genzo había decidido que no necesitaba seguir en contacto con ninguno, el que hubiera podido reparar sus relaciones rotas con algunos cuantos ya se podía considerar como una victoria.

Eiji reanudó conversaciones con su hermano menor sin hacerle ni un reclamo, cuando se le pasaron el enojo y el rencor, y lo trató como si no hubiese sucedido algo extraordinario, como si Genzo nunca se hubiera rebelado contra su padre por culpa de su tía política; al comienzo, Genzo se preguntó qué estaría ocultando su hermano tras esa fachada de falsa inocencia, pero después de hablar con él en varias ocasiones, concluyó que Eiji estaba siendo sincero pero no sabía cómo actuar con él tras lo sucedido, así que decidió seguirle el juego y llevar la fiesta en paz. Ambos habían tenido suficiente drama como para el resto de sus vidas y, de todos, Eiji siempre había sido el que se tomaba las cosas con menos seriedad, ni caso tenía seguir atascado en el pasado. Eiji hábilmente evitaba hablar de forma directa de los temas escabrosos, así como tampoco preguntaba cuestiones que pudiesen molestar a Genzo, pero sí sabía cómo informar a su hermano de lo que quería que se enterara. Genzo estaba de acuerdo en charlar con Eiji de vez en cuando y averiguar a través de él lo que sucedía en Japón, pero se negó rotundamente a soltar información sobre la ahora llamada doctora Del Valle. En teoría, a Eiji no tendría por qué importarle lo que le sucediera a la joven a partir del momento en el que se repartió la herencia, pero Genzo creía que su hermano estaba más interesado en ella de lo que pudiera esperarse.

Sin miedo a nada [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora