Capítulo 4.

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Capítulo 4.

La lectura del testamento de Hatori Wakabayashi estaba programada para el día después de su funeral pero, debido a que Shuzou continuaba hospitalizado, se pospuso para tres días después ya que era necesario que todos los que llevaran el apellido Wakabayashi estuvieran presentes, así lo había dispuesto el difunto. En ese lapso, las cenizas de Hatori se llevaron a la cripta en donde ya descansaban las de Emiko, su primera esposa. Como era de esperarse, la doctora Del Valle no estuvo presente durante este pequeño evento privado, lo que a Genzo y a Taro les causó desazón.

– Después de lo que me contaste acerca de lo que ella piensa con respecto a las cenizas, estamos de acuerdo en que ésta es la mejor opción para mi suegro –señaló Misaki, mientras él y Genzo abandonaban el recinto, caminando detrás de Shuichi, Eiji y Eriko–, pero siento que hay algo mal con el hecho de que ni siquiera haya podido estar presente.

– Mi padre habría sido capaz de venir con todo y suero en la vena para impedir que entrara aquí –replicó Wakabayashi–. No estoy seguro de querer ver eso.

– Bueno, yo no dije que el que la doctora acudiese fuera lo más correcto, simplemente siento que el que no viniese fue incorrecto –puntualizó Taro–. Entiendes lo que quiero decir, ¿no?

– Creo que sí –asintió el portero y, sin que viniera a cuento, añadió–: Le comenté que podía quedarse con parte de las cenizas, si quería, pero se negó.

– Es lo más lógico, ¿no? –repuso Misaki, a quien la cuestión le parecía obvia–. No creo que quiera andar de aquí para allá cargando con una urna que contiene las cenizas de su primer esposo.

– ¿Primer? – A Genzo no se le escapó la acotación.

– Sí, primer esposo –reafirmó Taro–. ¿O qué esperas que ella haga, que se quede viuda toda su vida? Es muy joven todavía, es seguro que va a volver a casarse en algún momento.

– No había llegado tan lejos en ese punto –replicó Genzo, con el ceño fruncido–. Que quiera ser amable con ella no significa que me interese lo que haga con su vida a partir de ahora.

Sin embargo, no podía evitar preguntarse qué pensaría Eriko con respecto a que su joven madrastra consiguiera una nueva pareja; seguramente la pondría muy feliz, aunque eso no evitaría que Lily se quedara con la mitad de la fortuna de Hatori.

"Pero el simple hecho de que ella deje de ser la viuda de Hatori Wakabayashi para convertirse en esposa de alguien más pondría a Eriko a bailar de la alegría", pensó Genzo, con acidez. "Creo que el que la doctora se haya convertido en una Wakabayashi es una de las cosas que más enojan a Eriko".

En el lapso de esos tres días en los que tuvo que esperar para que tuviera lugar la lectura del testamento, Genzo fue al hospital en dos ocasiones a visitar a su padre; durante esas visitas, Shuzou no paró de despotricar contra su cuñada, furioso ante el hecho de que ella pudiera salirse con la suya. Lo que más le molestaba al hombre era el que Lily iba a quedarse con la mansión, valorada en millones de yenes, en la que Hatori había vivido hasta el último de sus días y en el que había criado a su hija, que además estaba ubicada en el distrito residencial de Gaienmae, uno de los más lujosos de Tokio.

– Eriko tiene derecho a quedarse con esa mansión y criar ahí a sus propios hijos –repetía Shuzou una y otra vez–. Esa mujer no la merece ni la necesita, ni siquiera tuvo hijos con Hatori.

– Papá, Eriko está viviendo en Francia. –Genzo se sentía en la obligación de recordarle a su padre esta cuestión–. Dudo mucho que vaya a mudarse otra vez para ocupar esa casa.

Sin miedo a nada [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora