Advertencia: Abuso.
En la milicia tenían un psicólogo para ellos pero él prefería ver alguien de afuera y muy lejos de su vida militar.
Un compañero le dio la recomendación de una especialista que tenía un consultorio privado y era muy discreta, no tendría que interactuar mucho, podría ir en moto y solo trataría con ella y su asistente era perfecto.
Decidió que era una buena idea, quería dejar poder socializar más y estar menos ansioso, sin la necesidad de utilizar su máscara para sentir seguridad. Pidió unos días libres con el capitán, este solo le dijo:
— Que te vaya bien muchacho.
El día no era particularmente nublado pero él sí lo sentía así porque era su primera cita con la terapeuta.
Estaba inquieto estar en ese sillón no se sentía cómodo porque le preocupaba que le iba a decir, por dónde debería comenzar y si tal vez se reía de él, porque era demasiado grande y parecía un oso comportándose como un cachorro.
Metía los dedos entre su mascarilla jalando de está, fue buena idea venir con gorra y mascarilla eso le ayudaba pero lamentablemente sí seguía jalando la mascarilla así, la iba a romper, un ruido interrumpió su labor, las puertas del ascensor se abrieron por ellas paso una chica.
— Buenas tardes — dijo a la asistente de la psicóloga- siento llegar tarde.
— Dios ___ creí que también no vendrías a tu sección de hoy.
— Oh se que no vengo desde hace un mes pero necesito — la chica bajo la voz al darse cuenta de la mirada de König y siguió hablando con la secretaria apenas audible.
Él no lograba escuchar, aparte era irrespetuoso, sacó su encendedor del bolsillo para distraerse apagando y encendiendo la llama.
— Bueno toma asiento siendo ese el caso, le comunicaré a la doctora.
La chica vestía con una camisa negra manga corta dejando ver las heridas que tenía en los brazos y su muñecas, fue lo primero que noto cuando está se sentó en el sillón de afrente.
— Buenas tardes — le sonrió.
— Buenas — intento sonar amable.
— El día está agradable, osea el clima está fresco.
— Sí.
Su mirada recorrió de arriba a abajo todo el cuerpo de ella y un pensamiento algo tonto y cruel cruzó por su cabeza, se rió para sí mismo por lo absurdo que era.
Ella pareció darse cuenta porque no lo dejaba de ver, sus ojos marrones eran intensos, él se puso algo incómodo pero también la veía casi sin parpadear, la mayoría de la gente solo por su tamaño intentaban no verlo y ella tan pequeña no huía a su mirada.
— Lindos ojos.
Ese comentario lo tomó por sorpresa.
— ¿Eh?
No sabía que contestar.
— Oh, pasa primero, ¿König? — dijo la psicóloga abriendo la puerta del consultorio.
Él se levantó dejando de tener esa guerra de miradas.
— Hasta luego.
König respondió con un gesto antes de entrar por la puerta, lo ponía ansioso.
Cuando salió la chica ya no estaba en el sillón, él no lo pensó mucho y se fue directo a la base, no le había ido tan mal en la consulta.