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Al día siguiente, no quería salir de mi habitación. Me daba pánico volver a ver a Taeyong. Pero debía ser valiente y fuerte. ¿Qué clase de idol sería si evitaba a uno de mis compañeros porque no era capaz de manejar mis sentimientos?
La clave de todo es la mentalización, así que me mentalicé mientras preparaba mi maleta. Me repetí mentalmente que debía actuar con normalidad.
"Todo estará bien", me mentí a mí mismo antes de cruzar las puertas del hotel.
Haechan, Mark, Yuta, Johnny y Taeyong ya estaban en el estacionamiento cuando llegué.
Entonces me llevé una sorpresa.
Al verme, todos se echaron a reír, excepto Taeyong, quien parecía tan perplejo como yo.
—¿Por qué se ríen? —inquirí, alzando las cejas.
—Taeyong nos contó todo —me informó Haechan, esforzándose por contener la risa—. ¡Sabía que lo conseguiría! Nunca falla.
—¿Conseguir qué? ¿De qué están...?
—Me alegra haber apostado por Taeyong —se congratuló Mark, interrumpiendo.
Yuta le dio un empujón.
—Deja de presumir tu victoria —le espetó, cruzándose de brazos.
—En serio, ¿de qué están hablando? —exclamé, perdiendo la paciencia.
Taeyong estaba visiblemente nervioso.
—Todo fue parte del reto, Hyung —sentenció Haechan.
Tragué saliva. ¿Acaso los demás sabían lo que había sucedido ayer por la noche?
—¿Cuál era el reto exactamente?
—El reto era hacerte creer que estaba enamorado de ti —dijo Taeyong.
Pero no se veía feliz por su victoria. Aunque mi aspecto no debía ser mejor que el suyo. Lo que acababan de confesarme se sintió como una patada en el estómago.
—Y caí —murmuré, obligándome a sonreír.
Mark, Johnny, Yuta y Haechan comenzaron a reírse otra vez.
—¿Cuál es el chiste? —preguntó Jungwoo, apareciendo por fin.
Jaehyun caminaba detrás de él, cargando las maletas.
—El reto —respondió Haechan, enarcando una ceja—. Recuerdas, ¿cierto?
—¿Qué reto? —preguntó Jaehyun, extrañado.
—¡No finjan que lo olvidaron! —exclamó Mark.
—Ya apostaron, así que ahora paguen sus deudas —les advirtió Haechan.
Jungwoo y Jaehyun intercambiaron una mirada.
—Bueno, como sea —replicó Jaehyun—. Lo único que quiero es regresar a casa. Cuando aterricemos en Seúl te pagaré, niño.
—¿Y quién ganó? —inquirió Jungwoo—. Yo aposté por ti, obviamente ―añadió, y luego me lanzó un beso.
—¡Mark y yo! —dijo Haechan, feliz—. ¡Doyoung realmente pensó que Taeyong estaba enamorado de él! ¿No les parece hilarante?
—Sí, hilarante —coincidí.
—Estaba convencido de que Doyoung era demasiado listo como para caer en la trampa —se lamentó Yuta.
Continuaron hablando, pero yo dejé de oírlos. Los recuerdos de la tarde anterior cruzaron mi mente. ¿Taeyong había estado actuando todo el tiempo? Debería haber sentido alivio, pero sólo era capaz de sentir un dolor sordo. Mi necesidad de estar físicamente cerca de Taeyong era real. Lo que yo siempre había sentido por él era tan real que dolía. Fingir cada día era realmente un martirio para mí.
Los besos habían sido muy reales para mí. ¿Cómo era posible que formaran parte de una maldita apuesta?
Nunca habían jugado conmigo de aquella manera.
Taeyong y los demás iban a recordar la broma como una anécdota divertida, pero yo nunca olvidaría lo que sentí ni las dudas que aparecieron casi al instante.
Me llevé una mano al estómago. Estaba mareado y tenía náuseas.
No fui capaz de responder. Por suerte había un basurero cerca para que pudiera vomitar mi precario desayuno.
Todos se alarmaron.
—No se preocupen —los tranquilicé, sentándome en el suelo—. Supongo que alguna de las cosas que comí ayer no me sentó bien —mentí, pero yo sabía la verdad.
La broma me había hecho daño. No sólo me había alterado y preocupado muchísimo, sino que también había herido mis sentimientos.
