Capítulo 1

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Me acababa de separar aquel verano del 2016, y como no tenía a donde ir, acepté quedarme en el piso de mi amigo Samuel. Él marchaba todo el verano a trabajar a un pueblo turístico. Así, ambos salíamos beneficiados: yo tenía donde dormir hasta encontrar algo, y él tenía a alguien a cargo del piso.

Era un piso por el centro de Barcelona, un ático sin ascensor con una pequeña terraza. Una tarde, mientras tendía la ropa en esta, vi que en la terraza contigua tendía también su ropa una mujer muy alta, rubia y con el cabello muy largo. Nos miramos y me sonrió. Me pareció muy sexy, pero en los siguientes días pude comprobar que digamos, tenía mucha actividad de tipo sexual. A veces, mientras yo estaba en el dormitorio, leyendo, descansando u ordenando mi ropa, la oía gemir. Eso me excitaba, pero el hecho de ser una mujer con tanta vida sexual me hacía verla como alguien menos apetecible. ¿Sería una prostituta?Yo buscaba cariño después de mi separación.

Entonces una noche sucedió algo. Yo estaba tumbado, pasando mucho calor y hacía rato que oía a mi vecina hablar con alguien. Lo siguiente fueron unos golpes, un forcejeo y la oí llorar. A continuación un portazo y unos pasos bajando rápidamente por la escalera.

Como ella seguía llorando, decidí levantarme de la cama e interesarme por ella. Salí al rellano y piqué a su puerta. Al instante abrió la puerta y pude ver como tenía un ojo morado y estaba toda despeinada.

- ¿Estás bien? ¿puedo ayudarte?¿llamo a la policía?

- Hola guapo - me dijo. No, gracias, estoy bien, son gajes del oficio.

Pude notar como se avergonzaba al decirme eso.

- ¿Quieres que te prepare una infusión y me cuentas qué ha pasado? Si tú quieres, claro.

- Eres muy amable. Gracias, me vendrá bien compañía.

Cogió sus llaves y entró en mi piso (bueno, el de Samuel)

Una vez dentro le preparé un té y yo me abrí una cerveza.

Le expliqué mi situación, que el piso no era mío, mi trabajo,...todo para distraerla hasta que ella decidiera contarme qué había pasado.

- Me llamo Daniel. ¿Cuál es tu nombre?

- Giselle - me contestó- y como has imaginado, soy prostituta.

Por su tono de voz, sus manos y algún rasgo, empecé a sospechar que además era transexual. Yo no tenía ningún problema con eso, aunque nunca había tratado con ninguna.

- De vez en cuando me encuentro con algún cliente marica, que para sentirse más hombre tiene que pegar a una mujer como yo.

Aquella expresión me confirmó mis sospechas. Ella se quedó mirándome fijamente, sonrió y preguntó:

- ¿Sabes a qué me refiero? sabes que soy trans, ¿no?.

- Sí, lo he notado. Tranquila, no hay ningún problema por mi parte con eso. Aunque no he conocido nunca a ninguna.

- ¿Puedo besarte? Antes de que pudiera contestar a su pregunta se acercó a mí. Me sentí extraño. He de reconocer, que en un primer momento, no tenía claro si quería besarla. Pero a medida que se acercaba y podía ver su sonrisa de cerca, mis prejuicios desaparecieron. Sí, nos besamos, primero dulcemente, luego apasionadamente.

Sus manos me rodearon y yo hice lo mismo. Nuestras lenguas se unieron y nuestros cuerpos no dejaron espacio para el aire. De repente, al mismo instante que tuve una erección, noté la suya. Estábamos calientes y empecé a sentir deseo desenfrenado por ella.

- Voy un momento al lavabo cariño. ¿Te desnudas?. Me dijo dulcemente.

Así lo hice y me quedé sentado al borde de la cama, esperando ansioso su regreso.

A los pocos minutos, se abrió la puerta y me quedé de piedra. Ella se quedó quieta, en el umbral, a un metro y medio escaso de mí, mirándome dulcemente y dando la sensación de esperar mi aprobación. Y vaya si la dí: me quedé asombrado de aquel cuerpo. Era preciosa, con unas piernas finas, una cintura de avispa, unos pechos medianos, - después comprobaría que eran "naturales",... y un pene que volvía a estar en reposo y con una dimensión considerable.

- Me pareces preciosa Giselle.

- Tú también me gustas mucho.

- Respecto a lo que dijiste antes sobre tu profesión...

- Sssshh, cariño, hoy somos tú y yo, vecinos y amantes. ¿De acuerdo?

Asentí sin decir nada al tiempo que ella se abalanzaba sobre mí y me besaba nuevamente. Sentí deseos de acariciar su sexo. Yo nunca había tocado una verga que no fuera la mía. Quería, pero había algo que me lo impedía. Entonces ella cogió mis manos y las dirigió a su trasero. Comencé a agarrárselo fuertemente, aquello parecía excitarla y mucho. Después de un par de minutos de besos, separó sus labios de los míos, y con una sonrisa pícara fue bajando, primero a mi cuello, luego a mi pecho y abdomen, y finalmente a mi polla, que ya estaba dura como una roca.

Lo que vino a continuación fue increíble: la mejor felación que me habían hecho nunca. ¿Sería por aquello que dicen que quien tiene polla puede chuparla mejor que alguien que no tiene porque sabe que se siente cuando te lo hacen bien?. No lo sé, pero lo hacía increíblemente bien. Era suave pero intenso. Su lengua recorría mi prepucio, el tronco y el glande con maestría.

- Para que estoy a punto de correrme- le dije.

- Fóllame cariño - me dijo con tal cara de vicio que volví como un animal.

Fui rápidamente al cajón de mi mesita de noche, me enfundé un condón y tras lamerle el culete a aquella diosa, le acerqué mi glande a su ano.

- Mi amor, métemela, quiero sentir tu polla dentro de mí.

Lo siguiente fue como entrar en éxtasis: se la fui metiendo lentamente (tenía miedo de lastimarla, aunque sabía que su culo estaba entrenado, no lo había trabajado lo suficiente para mi entender) y cuando estuvo toda dentro, sentí como su esfínter me apretaba mi polla de una manera increíble. Empecé a temer el correrme antes de poder bombear aquel trasero lo suficiente. Ella empezó a gemir como una loca.

- Más cielo, dame más. La quiero, quiero tu polla dentro de mí!

- Preciosa, estoy a punto. ¿Podemos parar un momento?

Entonces me hizo salirme de su interior, me desenfundó el preservativo y se la metió toda en su boca.

El orgasmo que tuve dentro fue descomunal. Grité como un poseído mientras mi leche era engullida por aquella máquina de sexo.

Caí rendido y ella se acostó a mi lado mientras me acariciaba el pecho.

La Vecina GiselleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora