Capítulo 2 La Noche En Que La Conocí.

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Aunque no era muy tarde, caí dormido profundamente después del orgasmo tan brutal que tuve en la boca de Giselle. Debí entrar en una fase de ensoñación placentera hasta que me desperté boca abajo y con algo dentro de mi culo. Era un dedo de ella, me estaba haciendo un masaje prostático delicioso. Aunque en un primer momento me asusté, enseguida me dejé hacer. Ella se acercó a mi rostro, me besó en la mejilla que no tenía apoyada en la almohada y me dijo:

- Cielo, ¿estás bien, verdad?

- Si, me gusta lo que haces, aunque no sé si quiero que vaya a más.

- Tranquilo amor, si no quieres, solo llegaremos hasta donde tú digas.

Me relajé y sentí como ella movía su dedo dentro de mí. Cada vez me dejé llevar más y comencé a sentir un placer desconocido. Debió llegar a mi punto P, porque el placer fue en aumento y comencé a moverme y a ahogar mis gemidos en la almohada.

- Parece que te gusta ¿sigo?

- Siiii.

Ella introdujo otro dedo, después de sacar el primero y echar lubricante en mi orificio. Fue muy delicada, lentamente fui sintiendo como entraba en mí y como se movía simulando un "mete-saca" muy lento. Después un tercero, y después me dijo:

- ¿Quieres que pruebe a entrar en tu culito?

Aquello me excitó muchísimo. Tras afirmar, oí como se enfundaba un preservativo, volvía abrir el bote de lubricante y se echaba en su verga. Me giré a verla. Aún no la había visto en erección, y me asusté: era más grande de lo que esperaba, mínimo hacía 18cm y era bastante gruesa, y yo era virgen. Ella vio mi cara de susto y dijo:

- No te preocupes, si te duele, pararé.

- Si por favor, ves despacio - dije con voz temblorosa. Estaba asustado, pero también muy excitado.

Me quedé quieto, tumbado boca abajo y ella separó mis piernas dulcemente, me acarició en las nalgas y se fue acercando. Noté como masajeaba aún más mi ano, lo humedecía con más lubricante y apoyaba después aquella polla justo en la entrada.

- Me encanta tu culito, es tan blanquito, tan suave... tranquilo, el placer que sentirás será totalmente nuevo. Te voy a llevar a un sitio donde nunca estuviste y al que, seguramente, volverás.

Mientras me decía eso, yo había empezado a llorar. No sé si me había metido la mitad o solo la punta, pero me dolió. Sentí como un desgarro y a continuación mucho calor. Pero no le dije que la sacara, aguanté. Eso si, le dije:

- Espera, por favor, no entres más, me duele.

- Si amor. Me quedo aquí, relájate. Enseguida se te pasará el dolor, aguanta.

Y así fue, instantes después, el dolor dejó paso a otra cosa. Primero solo fue incomodidad. El calor no desapareció. Un minuto después deseé descubrir si aquello me iba a proporcionar el placer que me acababa de prometer:

- ¿Seguimos?

- Sí, creo que sí.

Ella empezó a moverse muy lentamente. La sacaba y volvía a entrar, pero yo tenía la sensación que aquello aún no había entrado del todo. Y entonces, después de muchos movimientos lentos y suaves, se dejó caer encima mío y entró hasta el fondo de mí. Solté un grito ahogado, ahora no de dolor, de un placer nuevo.

- Cielo, esto dentro de ti. Te voy a follar y nunca lo olvidarás.

Y así fue, empezó a bombear. Cada vez más rápidamente, golpeándome con su cuerpo cada vez que me embestía. Me mordía el cuello a veces, otras me besaba, otras susurraba frases que me volvían loco.

Y me corrí. La sorpresa fue mayúscula. Me corrí sin siquiera tocarme una vez. El roce de mi polla con el colchón me hizo tener un orgasmo larguísimo. Ella se dio cuenta, y tras acelerar su ritmo durante mi éxtasis, a continuación lo fue reduciendo hasta detenerse.

- ¿Te has corrido amor?

- Si, - le dije con una voz apagada.

Me dio la vuelta y me besó con mucha pasión y a la vez ternura. Con una sonrisa que mezclaba satisfacción y morbo, mucho morbo. Y vaya si aquella fiera tenía morbo!. Durante los siguientes días descubriría hasta donde llegaba ese morbo.

La Vecina GiselleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora