Satisfecho después de un exquisito orgasmo, me dispuse seguir disfrutando de aquellas compañías. Así me relajé y pude ver como una tras otra, las cinco transexuales completamente desnudas, se acomodaban en aquella cama redonda y enorme y se acariciaban, dejaban que yo las acariciara,... En un rato comenzó una tremenda orgía de lujuriosas diosas: dos hacían un 69, una cabalgaba a otra,... y yo estaba allí en medio, moviéndome como podía para no perderme ningún detalle. Entonces una de ellas empezó a acariciarme, primero las piernas, y tras girarme para mirarla, comenzó a tocarme los testículos de una manera delicada y excitante. Su mirada era de vicio y a la vez de niña que buscaba experimentar. Aunque sabía que aquello era engañoso: aquella ninfa sabía como dar placer y como recibirlo. Yo aún estaba exhausto después del sandwich en el que había participado, pero aquella chica me hizo volver a excitarme y comenzar a tener una erección. Se acercó aún más a mí, me besó dulcemente y me dijo al oído:
- ¿Sabes?, he disfrutado mucho antes viéndote, me pareces muy sexy y te entregas por completo. Eso me gusta de un hombre.
Comencé a acariciarle los pezones, a pellizcarlos. Tenía una piel suave y delicada. Una cabellera rubia y lisa y un cuerpo trabajado en el gimnasio. Su expresión era totalmente femenina, no así sus manos. Entonces me apeteció palpar las partes de su cuerpo que aún no había visto. Mientras nos besábamos, fui deslizando mi mano derecha desde su pecho, pasé por su abdomen y me aproximé a su sexo. Lo que palpé me dejó de piedra: aquella polla aún no estaba en erección, pero lo que agarré me pareció de un grosor casi monstruoso.
- ¿Qué te parece lo que tocas?,¿lo querrás probar?
- No sé si podré.
- Créeme, podrás. Tu cuerpo ya está preparado para todo.
Me sonrió y se estiró boca arriba incitándome a hacerle una felación. Yo no evité la sugerencia y me introduje aquello en la boca. Realmente no me cabía, era de un grosor descomunal. La lamí, me introduje el glande en mi boca, saboreé sus flujos, acaricié sus testículos, su ano,...yo estaba completamente desatado. Quería más, aunque no sabía si mi cuerpo estaba listo para tanto vicio y para que lo penetraran tantas veces la misma noche, y mucho menos una herramienta tan descomunal.
Entonces una de ellas, mientras yo estaba en cuatro chupando, metió un dedo en mi ano. Yo aún estaba lubricado y dilatado, así que mi agujero no ofreció ninguna resistencia, y yo mucho menos, todo sea dicho. Lo estaba deseando. Deseaba volver a sentirme en medio de varias de aquellas máquinas de placer. Aquella mano comenzó a moverse mientras el dedo me penetraba y buscaba mi punto de placer. Lo encontró rápidamente. Comencé a gemir mientras mi boca estaba ocupada. Elevaba mi trasero para dejárselo más expuesto, más fácil. Me retorcía de placer, y me sorprendí deseando que me volvieran a penetrar. Y no tardó en suceder: tras colocarse un preservativo, me enculó de forma violenta. Me la clavó de un solo golpe y hasta el fondo. Yo grité, y entonces apareció a mi lado Giselle. Hacía un rato que no la veía, de echo no sabía si seguía en aquella cama o había marchado a otra habitación.
- Amor, me encanta verte. ¿Estás disfrutando de mi fiesta, verdad?
Sollozando pude decir un sí ahogado por las embestidas que me estaba dando aquella bestia. En ninguna película porno de las muchas que había visto recordaba una velocidad y una violencia similar. Realmente aquella era una atleta. Dejé de poder prestar atención a la polla que tenía delante de mis morros. No podía. Aquellas embestidas hacían que solo pudiera gemir, y me sorprendí haciéndolo de una manera cada vez más fuerte. Gemía como me hubiera gustado que lo hiciera cualquiera de las amantes que había tenido hasta ese momento. Como alguien a quien están sodomizando como si no hubiera un mañana. Y así era. Pensé: "mañana mismo se puede acabar el mundo, que hoy voy a quemar todos los barcos. Quiero follar y que me follen hasta no poder más".
- Fóllame, reviéntame por dentro hija de puta!
- ¿Te gusta maricón? Tienes un culo muy tragón. Rico.
Giselle me acariciaba las mejillas, me besaba dulcemente. Me miraba como mira una madre a su hijo, con una expresión de orgullo por lo que había conseguido conmigo.
De repente aquella bestia se salió de mi interior. Yo sentí aquel vacío y al girarme para protestar y pedirle más, pude ver a un personaje que había olvidado en aquella fiesta: el hombre negro al que vi beber whisky nada más llegar. Estaba al lado de la trans y se disponía a relevarla. Me iba a sodomizar un hombre, y nada más y nada menos que de color y con un pollón largo, grueso y negro. Igual que ella había hecho antes, no tuvo ninguna compasión y la hundió en mi interior de un solo golpe.
Para aquello tampoco me había preparado mentalmente aquel día. Yo esperaba acabar la noche follando con Giselle, (quizás siendo follado por ella), pero no siendo penetrado por - de momento- dos transexuales desconocidas y un hombre.
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La Vecina Giselle
De TodoLos vecinos estamos para ayudarnos, pero a veces se acaba intimando placenteramente.