•CAPÍTULO 10•

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SONG:cigarettes after sex falling in love

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SONG:cigarettes after sex falling in love.


Mi amor por Dalete es algo que me consume por completo.

Esa necesidad constante de saber dónde está, con quién habla, qué está haciendo… es casi obsesiva.

Pero lo que me tranquiliza, lo que me mantiene cuerdo, es que sé que lo que siento por ella es amor.

Un amor profundo, cuando me detengo a memorizar cada pequeño detalle de su vida: sus cosas favoritas, lo que le disgusta, la forma en que sus ojos se iluminan cuando habla de algo que la apasiona.

Esa sonrisa que me derrite, esas miradas que me dedica, como si yo fuera su héroe.

¿Seguirá mirándome así cuando descubra la verdad?

Maldita sea... no, no lo hará.
La perdería para siempre.
Jamás me perdonaría, sus miradas llenas de amor se transformarían en puro odio.

Mis secretos están enterrados, pero no para siempre.
Lo siento en los huesos, pronto saldrán a la luz.
Y cuando lo hagan, ¿qué diría Dalete? ¿Mi madre? ¿Los chicos?
Quizás entiendan por qué tomé las decisiones que tomé, por qué lo hice. Pero lo dudo.
Sé que perderé a Dalete, de cualquier forma, todo esto terminará mal.

Sacudo esos pensamientos y me obligo a volver a la realidad.

Estoy sentado frente a Ruairi Walsh, el llamado "Rey Rojo", líder de la mafia irlandesa.

Su reputación es bien conocida, Boston, Nueva Orleans y Nueva York están bajo su control.

No es alguien con quien juegues, y hoy estamos aquí porque tiene un problema, y yo tengo lo que él necesita: armas.

Lo que me pide es simple, y yo quiero acceso a sus territorios para encontrar a dos personas escondidas allí. A cambio, tendrá las armas que necesita para iniciar una guerra con la Yakuza y salvar a su mujer.

El tipo que está sentado a su lado, su mano derecha, parece impaciente. Me observa con desprecio, murmurando maldiciones.

Piensa que soy demasiado joven para manejar la mafia rusa.
Me importa una mierda lo que piense, honestamente.

—Deberíamos reconsiderarlo, Ruairi —dice, casi escupiendo las palabras— No se puede confiar en los rusos.

—Ustedes necesitan mis armas, y las necesitan ahora —intervengo, directo—. Lo que pido a cambio es simple: acceso a tus territorios para buscar a dos personas. Nada más.

Ruairi me observa, frunciendo el ceño. Se le ve pensativo, pero sabe que no tiene muchas opciones.

No puede librar una guerra sin armas.

—¿Solo eso? —pregunta con cierta desconfianza.

—Solo eso. Mis hombres entrarán, harán lo que deban hacer, y luego se irán. Te doy mi palabra que no causarán problemas.

#1- Aún no es nuestro momento                              (BORRADOR-COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora