En el mundo oscuro de la mafia rusa, Alexei Smirnov, un poderoso pakhan, está dispuesto a hacer cualquier cosa para recuperar a la mujer que ama, Dalete Anderson.
Pero a pesar de su pasión, no puede evitar sentir un profundo rencor hacia ella.
Dalet...
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Song:Control-Zoe wees
La ciudad de Moscú se extendía ante mí, un mar de luces titilando bajo el cielo gris. Desde el gran ventanal de mi oficina, podía ver la vida diaria desarrollándose en las calles: coches que se desplazaban rápidamente, gente que caminaba por las aceras con pasos decididos, y el ruido constante de la ciudad que nunca parecía dormir.
Pero yo no podía dejar que la calma me engañara. Sabía que, aunque la muerte de Nicolás había supuesto un respiro temporal, la guerra aún no había terminado. No se trata de ganar una batalla, sino de ganar la guerra.
El silencio de mi oficina era absoluto, solo interrumpido por el suave zumbido de la luz que iluminaba la sala. Mi mente estaba ocupada, maquinando lo que debía hacer para asegurar el futuro de la familia y nuestra posición en este mundo violento. Nicolás había muerto, sí, pero el vacío que dejó no se llenaría tan fácilmente.
Marcos, el jefe del cartel brasileño, seguía siendo una amenaza latente. Aunque Nicolás había sido su principal socio, sabía que un hombre como Marcos no dejaría que la muerte de su aliado fuera el fin de su influencia. Era un hombre inteligente, calculador, y estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para expandir su poder.
Si no se unía a nosotros, se convertiría en otro enemigo que tendríamos que eliminar.
Me levanté de la silla, caminando hacia la ventana mientras mis pensamientos corrían a toda velocidad. El cartel colombiano, la mafia irlandesa y la Cosa Nostra ya estaban de nuestro lado, pero eso no era suficiente. Necesitaba más aliados, más poder. Este juego no se ganaba solo con fuerza; se ganaba con aliados estratégicos, con gente que te debía favores y que estuviera dispuesta a luchar por tu causa.
—Alexei. —La voz de Vitali me sacó de mis pensamientos. Me giré para verlo de pie en la puerta de mi oficina, su expresión seria, como siempre.
Había algo en su mirada que me decía que traía noticias importantes.
—¿Qué pasa? —pregunté, dándome vuelta para mirarlo de frente.
—Tenemos que hablar sobre Marcos —dijo. Sus palabras colisionaron con la calma que había intentado construir en mi mente. Vitali nunca hablaba de algo sin que hubiera una razón de peso.
Lo miré fijamente, esperando que continuara.
—El cartel brasileño no es un adversario fácil. Marcos ha comenzado a mover piezas, está reclutando a otros carteles y expandiendo su red de influencia —explicó Vitali, avanzando hacia mi escritorio mientras me observaba de cerca—No puedes subestimarlo.
