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Londres, Inglaterra, abril 1854

Frunció el ceño aun con los ojos en la pintura que estaba observando cuando su hermana comenzó a hablarle como loca, sacudiéndola. No entendía que era lo que la tenía tan alterada, pero cuando finalmente se volteó a verla, se encontró con su intensa mirada.

Scarlet sin dudas, podría ser actriz, su rostro parecía ser el de una gran escena dramática.

— ¡Emmaline por favor préstame atención!

— ¿Qué ocurre? —preguntó dejando de contemplar la decoración del lugar.

Se había distraído recorriendo la casa de los Lemaire, quienes amablemente siempre le habían permitido rondar por el lugar sin problema alguno. De hecho, creía que conocía la casa como si de la suya se tratara.

— Los Lemaire me enviaron a buscarte.

No entendía cuál era el apuro de su hermana, sabía que tendría que volver al salón pronto, pero tampoco era para exagerar. Los conocían desde toda la vida y bien sabían que las Carter no se caracterizaban por ser excelentes visitas, aunque en realidad su madre y Scarlet lo eran, a diferencia de ella y Hermione quienes desaparecían para recorrer las propiedades a las que eran invitadas o siempre llegaban con retraso a los lugares, aunque la cena fuera en su propia casa.

Por otra parte, tampoco tenía demasiadas prisas por ver a la familia Lemaire. A pesar de que Blaise jamás había vuelto a responderle sus cartas, sus padres seguían visitándolas e invitándolas a su casa, tratándolas con gran amabilidad. Ellos no tenían la culpa de las actitudes poco honorables de su hijo y de hecho no tenían ni idea de la relación que ella mantenía con él o mejor dicho que había mantenido con él.

Solo sabía que él estaba sano y salvo porque sus padres comentaban siempre que les llegaba alguna noticia de él. Estaba en Francia, instalado allí con mucho trabajo, aunque con planes de volver.

«Si claro» pensaba ella cada vez que escuchaba sus palabras.

Él siempre pensaba en volver, pero no lo hacía.

Y su tonto corazón seguía esperándolo y anhelándolo igual que siempre.

— ¿Emmaline! ¿Me escuchas?

— Scarlet por favor deja de gritar —pidió amablemente.

Inconscientemente alisó la falda de su vestido, como si este lo requiriera, llevaba aun su vestido gris, de medio luto. Habían acordado quitárselo por completo al comenzar la nueva temporada y faltaban unos días para ello. Además, era una forma de dejar los pocos vestidos bonitos que le habían quedado para pasar por los salones de Londres. Al menos su hermana si había podido renovar su vestimenta en mayor parte y eso era fantástico, porque era ella quien brillaría en las pistas de baile.

— Es que no entiendes, los Lemaire tienen una «sorpresa» para nosotras.

— ¿Sorpresa? —preguntó con extrañeza.

— Blaise ha llegado, al parecer creyeron que su hijo sería una agradable sorpresa.

Su primera reacción fue reír, pero ante la expresión inquieta de su hermana supo que no era una broma.

— ¿Qué?

— Blaise Lemaire está aquí, al parecer sus padres querían darnos una sorpresa o no sé, porque mamá casi se muere cuando lo vio, nadie estaba al tanto más que ellos.

— ¡No, no, no!

— Espera, hay más porque no ha venido solo, él trajo a...

Si su hermana había dicho algo más, no la escuchó porque cegada por la emoción de verlo, salió corriendo de la habitación en la que se encontraba, chocándose un enorme jarrón que por fortuna no se había hecho añicos. Corrió tan rápido por el enorme pasillo, que ni siquiera sabía cómo no había roto algo con su torpeza y falta de cuidado. Cuando finalmente llegó a las puertas del salón frenó de golpe tomando aire y abrió.

Loca casualidad #1 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora