Epílogo

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Ashley:

Cuando desperté me encontraba en mi cama. Me ardían tanto los ojos que parecía que me había pasado la noche entera llorando. Fue entonces cuando las imágenes del día anterior comenzaron a llegar a mi mente de forma automática. Me puse de pie a toda velocidad y me asomé por la ventana de mi habitación con vista al patio de la casa de al lado. La tierra no estaba revuelta junto al roble cortado, y las hierbas se veían cortadas y perfectamente verdes.

Sin entender lo que sucedía, agarré mi celular y marqué el número de Nancy. Luego de sonar tres veces, esta atendió.

- Hola, Ash - dijo con voz cantarina - ¿Todo bien?

- ¿Dónde está Ethan? - fue lo primero que salió de mi boca - ¿Qué sucedió con él?

- ¿Ethan? - parecía confundida - ¿Quién es Ethan?

- Vamos, Nancy, no tengo tiempo para bromas.

- Ashley, no sé de quién hablas - su voz se tornó preocupada - ¿Sucedió algo?

Pero no contesté.

Colgué la llamada y lancé mi celular sobre la cama de un tirón. No entendía que estaba pasando, pero no me gustaba en lo más mínimo. Agarré mi abrigo negro en el armario y mis manos temblaban.

A penas puse un pie fuera de la casa, el cambio se vio reflejado. La casa junto a la mía ya no era la típica casa monstruo de las películas de terror. Las paredes se encontraban pintadas de blanco, la puerta no estaba sellada por viejos tablones, e incluso en el porche había puesto un columpio. El jardín daba gusto verlo, con el césped bien cortado, dos rosales, un frondoso árbol a una esquina y una pequeña plantación de tulipanes en la otra.

Estaba asustada, no sabía que hacer o pensar. ¿Todo había sido un sueño?
Entonces me eché a correr. No sabía a dónde me dirigía, pero corrí con todas mis fuerzas calle abajo, sintiendo como el frío aire golpeaba mis pulmones haciendo que cada minuto fuese más doloroso que el anterior.

Cuando llegué a mi destino, una señora me recibió en la entrada y me vendió un ramo de margaritas frescas. Le di las gracias y me interné en el cementerio.

Me costó un poco poder encontrar la parcela familiar de los Gray, pero lo conseguí. Las piernas me temblaron cuando leí la lápida de frío mármol: Aquí descansa Ethan Lee Gray, amado amigo, hijo y hermano, 1946-1964.

Deposité las flores y dejé que mis lágrimas comenzaran a caer de forma precipitada. No lo volvería a ver nunca, ni escucharía su voz o el sonido de su risa. Ya no estaba ni volvería a estar.

- Una trágica historia - dijo una voz a mi espalda.

Me di la vuelta sobresaltada y quedé parada frente a un anciano. Este tenía una escoba entre las manos y una chaqueta negra con su nombre puesto en rojo: William.

- Lo lamento, - se disculpó - no era mi intención asustarla.

- No pasa nada - le aseguré con una sonrisa de lado - ¿Sabe que le sucedió?

- Claro que lo sé - chasqueó los dedos en el aire - Ethan Gray es una leyenda para todos en este pueblo.

Desapareció en 1964, y no fue hasta hace unos cuatro años que hallaron su cuerpo en el patio trasero de la casa donde solía vivir.

- ¿Encontraron a su asesino?

- Jamás dieron con el culpable - hizo una mueca de lástima - Fue realmente una pena. Yo era dos años menor que él, pero lo conocí lo suficiente como para saber que era una gran persona. ¿Usted es familiar suyo?

- Lejana - mentí cruzando los brazos - Solo quería conocer un poco más sobre mi familia.

- Siempre es bueno saber de dónde venimos.

- Gracias por la charla, William - le sonreí - Fue un gusto conocerlo.

- Lo mismo le digo, señorita Gray.

Me despedí del anciano y salí del cementerio. Aunque una parte de mí quería gritar de dolor y sufrimiento, la parte más racional me decía que debía estar feliz, porque después de todo, las cosas habían ido de acuerdo al plan. Ethan estaba en paz, como había deseado tantas veces.

Estuve horas caminando sin rumbo por todas las calles. Aquel pueblo no volvería a parecerme tan genial sin Ethan en él. Lo extrañaba demasiado, y a todo lo relacionado con su persona.

Cuando llegué a casa, pude ver que tendría nuevos vecinos, y eso no me gustó mucho. Me acerqué un poco más y vi como una mujer sacaba cajas del camión de la mudanza y las ponía en el porche. Junto a ella había un chico y cuando este se dio la vuelta quedando frente a mí, me quedé sin aire. Tal vez su cabello no fuese rubio ni lacio, pero incluso con los cabellos castaños cargados de rizos, podía reconocer ese hermoso rostro de ángel.

Caminé a toda velocidad y fui directamente hacia él. ¿Acaso había perdido el juicio y ahora lo veía en todas partes?

- ¿Ethan? - le llamé.

El chico me miró con curiosidad, como si acabase de ver una aparición, y sus ojos negros brillaron con curiosidad.

- Mi nombre es Adam - sonrió mostrando los hoyitos de sus mejillas - Adam Gray. ¿Vives en la casa de al lado?

- Así es - asentí algo nerviosa - Mi nombre es Ashley Leighton.

Me estrechó su mano, y en el momento en que ambas se tocaron, sentí que un fuerte escalofrío recorría todo mi cuerpo.

- ¿Sabes? - dijo con una sonrisa - Tal vez te sonará muy loco, pero no puedo quitarme esta sensación de que ya te conozco de mi cabeza.

- A mí me pasa igual - sonreí.

- Tal vez de otra vida.

- ¿Crees en eso?

- Si no existe algo como la reencarnación, ¿cómo explicas este sentimiento de haberte visto antes?

- ¿Estás bromeando?

- Un poco - soltó una carcajada - ¿Nunca te han dicho que haces demasiadas preguntas.

- Creo que sí - me encogí de hombros - Bueno, ya nos veremos las caras más seguido, Adam Gray - dije en forma de despedida.

- Nos vemos mañana o pasado mañana, cuando la vida decida unirnos.

- Adiós, Adam.

- Adiós, Ashley.

Fin...

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