Capítulo 2

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―Quisiera tener una respuesta para esa pregunta― bebió un sorbo de la botella de agua ―Solo recuerdo que salí de aquí, todo lucía más blanco, afuera hay buena iluminación. Me llevaron a un salón con aparatos que nunca había visto y luego de eso sentí un pinchazo en el brazo y todo se volvió borroso. Cuando desperté estaba nuevamente aquí, no sé qué pasó.

―¿Qué crees que te hayan hecho?― preguntó la chica con la voz temblorosa, tenía unas inmensas ganas de llorar otra vez pero se estaba conteniendo.

―Pues ahora que me estoy revisando…― el chico se mira los brazos ―Creo que me han sacado sangre o algo. Solo espero que para lo que sea que me hayan hecho estudios, dé negativo a todo y dejen mis órganos donde estén.

―Tú y tu loca idea de que nos sacarán los órganos y los venderán en el mercado negro― Kuki mira al techo y se pierde por un momento. En realidad es una suerte de que no les hayan hecho nada todavía. Las primeras dos noches no pudo dormir porque tenía miedo de que alguien entrara a su celda e hiciera con ella lo que se les plazca. Estaba aterrada. La sola idea de que alguien se aprovechará de ella, de su cuerpo, la hacía temblar de miedo.

―Por unos días pensé que era lo más lógico― comenta Hoagie empezando a comer su desayuno ―¿No vas a comer?― le pregunta al ver que la chica no había tocado su bandeja. ―Me preocupas Kuki, deberías mantenerte fuerte por si alguna oportunidad de escapar se nos presenta. ¿Qué pasaría si tenemos que correr y subir o bajar escaleras para escapar y tu no tienes nada de energía por tu huelga de hambre?

―No es una huelga de hambre― le responde frustrada ―Me cuesta comer, no tengo hambre, tengo miedo y yo…― intentó contener las lágrimas pero no pudo.

―Al menos toma algo de agua, llorar también te deshidrata.

Kuki lloró con fuerza por unos minutos. Habían pasado siete días desde que los habían encerrado en ese horrible lugar. Estaba segura de que si no fuera por la compañía de su amigo de la preparatoria, Hoagie P. Gilligan Jr., probablemente ya hubiera perdido la poca cordura que le quedaba. Él no comentó más nada cuando escuchó que la chica lloraba. No sabía cómo animarla, ni siquiera sabía cómo animarse a él mismo. La situación no pintaba para nada bien y ninguno de los dos sabía con certeza si saldrían vivos de allí.

¿Qué pensarían sus padres? Probablemente deben estar muy preocupados, buscándolos, llorando y sufriendo por ellos. Recordó a su hermana, seguramente apenas si la dejaran ir a la escuela por como están las cosas.

Afuera del ala de las celdas donde se encontraban Kuki y Hoagie, un rubio con una perforación en su oreja derecha, vestido con chaqueta de cuero negra, camiseta naranja, jeans de color azul oscuro rasgado en las rodillas y zapatillas blancas, hablaba con el chico robusto que estaba a cargo de la alimentación de los prisioneros en ese piso.

―De acuerdo Ernie― empezó a hablar el chico. Su voz ronca e imponente intimidaba al que era más alto que él ―Me informaste que uno de los prisioneros en la sección V no se comía lo que le dabas.

―Así es Matador. He intentado que coma algo pero apenas si toca sus bandejas, por eso lo mandé a llamar. No creo que sea prudente molestar a la Líder con pequeñeces como esas, por eso pensé que era mejor decirle a usted, señor.

―Yo me encargo, nada que un par de golpes no arregle cualquier asunto― dijo chocando sus puños.

―No creo que haga falta ser así de violento, es una chica de la que hablamos.

KND SecuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora