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1. Los gatos no disfrutan los olores fuertes.
El rubio entró apurado a la cocina mientras tosía, cubriéndose con su antebrazo, veía la televisión entretenido cuando de repente empezó a sentir una molesta picazón en su garganta.
HeeSeung se sobresaltó por la repentina entrada y sólo lo miró completamente confundido siguiendo sus movimientos mientras se dedicaba a seguir cocinado, el contrario sirvió agua y la bebió fracasando en su intento de desaparecer la irritación.
─ ¿Qué ocurre? ─ cuestionó frunciendo el ceño.
─ ¿Qué diablos cocinas HeeSeung? Huele tan horrible y ni siquiera puedo respirar. ─ volvió a toser.
Se acerco mirando los ingredientes que revolvía en la sartén; un poco de cebollas, algunas rodajas de jalapeño y chuleta de cerdo.
Ahora sabía de dónde venía aquel ardor.
─ Sigo una receta que mire en internet, creo que será buena. ─ explicó, riendo por lo bajo.
El menor estornudó.
─ ¡Me estas matando con tus experimentos locos!
─ ¡Ya! ─ le dio un pequeño empujón. ─ Sal de aquí entonces.
El chico no protesto y justo como su novio ordenó, salió de la cocina buscando un lugar del cual refugiarse de aquel molesto olor.
El mayor puso los ojos en blanco a la vez que negaba.
Después de haber cenado solo, el castaño guardó las sobras en un envase, limpió los utensilios que utilizó y fue en busca de su pequeño que estaba en su habitación acostado en la cama con su móvil entre las manos.
─ ¿Estás bien? ¿Sigues respirando? ¿Me odias? ─ hizo un puchero.
Se acostó sobre él alejando el aparato de sus manos.
Con una mala mirada, Jay se acercó para oler su cabello.
─ No te quiero en la cama con ese espantoso olor.
─ Pero...
─ ¡Toma un baño!
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