Sanatorio de Tiang
¿Oír una canción puede transformarse en una tortura?
Para Sayoli la respuesta a esa interrogante era afirmativa, pues, desde que tenía uso de razón oía un canto espectral, sonido que captaba de improviso y que le había costado su libertad. Con ambas manos se sujetó la cabeza, pensando que así se liberaría de aquel eco melodioso, sin embargo, tal como le sucedía al oír el llanto de sus hijos, no fue capaz de ignorar el sonido ilusorio.
Desde su llegada al sanatorio, sitio en el que sobrevivía encerrada en un pequeño cuarto de piedra, a base de arroz, coles y agua, las voces eufónicas comenzaron a manifestarse con más frecuencia, impidiéndole realizar sus actividades diarias con normalidad. Cuando los médicos ingresaban a su celda, intentaba mantener la compostura, pero, tras caer la noche y con la oscuridad como único testigo daba rienda suelta a sus arrebatos, liberando toda la tensión acumulada y causada por el infausto don que poseía.
Antes de que cumpliera los cinco años, percibir aquellos sonidos no era sinónimo de infortunio. Pocos poseían la habilidad de Sayoli, por lo cual, eran catalogados como mensajeros de los dioses, pero, con la asunción de Escaurus al poder, todo cambió. Aquellos que tenían la habilidad de oír y ver cosas que rozaban lo fantástico, fueron tachados de enfermos.
Sus dientes se clavaron en la desgastada tela que conformaba la almohada, cerró sus ojos con fuerza e intentó reprimir sus sollozos, pero no pudo hacer lo mismo con las lágrimas, las que recorrieron sus mejillas como raudales. Mientras mayor era el esfuerzo que realizaba para ignorar el canto, este se intensificaba. Sayoli tuvo la sensación de que si eso continuaba sus oídos explotarían.
Estaba tan concentrada en reprimir sus gritos que no escuchó la pesada puerta de metal abrirse, y paso por alto la presencia de aquel hombre de armadura plateada que desde el umbral observaba su llanto.
Aldea sureña de Botrun
Mientras la esfera derramaba sus primeros rayos sobre las colinas de la aldea del sur de Botrun, Amaru desvío su mirada de las gallinas que alimentaba para posarla en las escaleras construidas al borde de la montaña. Con ímpetu, los soldados escalaban los peldaños de granito y no tardaron en llegar a la cima, en donde las cabañas de piedra se alzaban.
Los jóvenes cuyas hombreras cobrizas reflejaron la luz matutina, caminaban en una hilera perfecta hacia el final de la aldea. Hicieron crujir con cada paso las piedras que hacían transitable el sendero principal del pequeño poblado.
Al ver que el pelotón estaba a punto de cruzar por las puertas de su hogar, Amaru corrió hacia el antejardín aún con la fuente repleta de grano en sus manos. Con su mandíbula tensa observó el pseudo desfile, visualizándose a sí misma vistiendo uno de esos uniformes verdes con hombreras y pecheras de bronce.
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Cuentos de Lumiria: la traición del fuego y el viento [BORRADOR] #PGP2024
FantasyOír una canción, ¿puede transformarse en una tortura? Para Amaru, quien poseía el don de oír las voces de seres cuya existencia era ignorada por los humanos, el escuchar ese canto espectral se transformó en una pesadilla. Martirio que solo se detend...