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"—¿Lo maté?"


—Eres un ser despreciable, Kinsley. Un puto ser despreciable.

Tenía a mi novio gritándome en el auto mientras sujetaba, con tanta fuerza el volante, que sus moradas venas ya comenzaban a resaltar por debajo de su piel, como si quisiera que fuera mi cuello. 

—¿Terminaste? —se lo pregunté de mala gana al ver que había detenido la avalancha de insultos por un segundo.

—Ni siquiera dije ni la mitad —escupió como respuesta, volteando a verme en el asiento del copiloto y luego a la oscura y lluviosa carretera repetidas veces—. ¿Me puedes explicar por qué cojones lo tuviste que joder todo con tus mierdas?

—Mis mierdas... —repetí, sacudiendo mi cabeza.

Me centré en el parabrisas del coche enjuagando las enormes gotas de lluvia que caían sobre el cristal empañado. Busqué distraerme para no devolverle el agravio y controlar mi impulsivo carácter, pero no estaba funcionando.

Habíamos empezado a discutir desde que salimos de la fiesta que organizaron algunos de nuestros compañeros de colegio, como una despedida antes de que cada uno se largue a su Universidad. ¿La razón de la discusión? Según Gio, mi pareja, por mis "celos tóxicos y enfermizos", cuando lo único que hice fue poner mala cara al ver a una compañera (y no cualquier compañera, creo que entienden a qué me refiero) sentada en su regazo durante todo un juego de yo nunca nunca. Y claro, tolerar sus indirectas en el jueguito delante todos, dejándome como una completa estúpida.

Entonces exploté, estampé mi vaso contra la mesa, me puse de pie, le dije a esa puta que baje su asqueroso culo de las piernas de mi novio y a mi pareja que se mueva al auto, porque nos íbamos. Sí, menudo espectáculo.

—Sí, tus mierdas —asintió, y noté por el rabillo del ojo que su mandíbula se tensaba—. Era un maldito juego.

—No es el juego ni la tipeja sentada encima tuyo —aclaré con una nota agria—. Es tu puta falta de respeto. ¿Te piensas que mis neuronas se toman vacaciones? Me doy cuenta de las indirectas, así como se dio cuenta casi todos los que estaban ahí. Y quedé como la imbécil que sigue jugando mientras su novio tiene a otra en sus piernas a centímetros de su cara y beben riendo cuando dicen "Yo nunca, nunca, he sido infiel por haber estado con alguien de la ronda".

El callado ahora fue él, después de esas palabras cargadas de un sarcasmo amargo. Lo miré, fijo y con los ojos entornados. Algo oprimió mi pecho cuando no hubo respuesta de su parte más que marcar más el mentón.

—Fue con ella, ¿no? —dije cuando fui capaz de encontrar mi voz, aunque haya salido afectada y entrecortada—. Esa noche que peleamos te fuiste a verla a ella.

—Maldición —espetó a regañadientes, apretando por un momento los párpados—. Dijiste que no volveríamos a hablar de esa noche y lo olvidarías.

—¿Fuiste a verla a ella o no? —exigí saber en una tonalidad alta y repentinamente abrupta.

—¡QUE YA NO IMPORTA, KINSLEY, CIERRA LA MALDITA BOCA!

—¡No importa! —exhalé, entre frustrada y justo en el límite del colapso. Recosté la parte trasera de mi cabeza en el cabecero del asiento y apreté mis puños—. Y en mi puta cara. En mi jodida cara te la sentaste encima, a la misma que corriste para follártela en la primera pelea.

Lo escuché soltar un resoplido.

—Tú y tus dramas en verdad me tienen harto.

Una rabia incontrolable se desató en ese microsegundo donde había arrojado lo más egoísta que he oído.

Entedium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora