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Plan... ¿por cuál letra estamos ya?


—Tenemos que llevarlo al hospital.

Eso salió de mi boca sin pensar.

Tábano levantó la cabeza con rapidez para verme con los ojos abiertos al límite.

—¡¿Eres tonta o te perfeccionaste este año, Kins?! —inquirió, y su voz sonó tan aguda que exhibió el claro terror que sentía.

Ok, a nivel paciencia, Tábano no conocía qué significaba. Recuerdo que en primaria era el primero en alterarse porque nos distraíamos dos segundos del trabajo grupal.

Buen momento para recordar infancias, Kinsley, ¿no quieres hablarnos de cuando tu papá se fue a comprar cigarros?

—Tampoco pierdas la cabeza, Tábano —intervino Kenan junto a un ademán. A diferencia de Tábano, Kenan era el apático.

—¡Yo no la perdí! —refutó, y apuntó al cuerpo del individuo, horrorizado—. ¡Él sí!

—Bueno, pero no hay que desesperarse tant... —Kenan se interrumpió asimismo cuando centró su vista en la cabeza del sujeto—. Joder, pero miren esa sangre. Casi se le puede ver el seso.

Kenan se acercó al tipejo y se hincó en una rodilla, mientras que Boris hacía una arcada y en su rostro se dibujaba una mueca de asco, entonces cubrió sus ojos diciendo que no quería ver esa cantidad de sangre ni un cráneo abierto (o aquella expresión había usado).

Sentí una descarga de preocupación que sacudió todo en mí.

  —Oh, no... Oh, no... —Boris se agarró de la nuca y comenzó a recorrer su propio eje, entrando en crisis y ansiedad—. ¿Por qué demonios falté al curso de "qué hacer si encuentran un cadáveres y cómo no ser sospechoso?". Vamos a ir a la cárcel. ¡Vamos a ir a prisión! 

En cuanto Boris giró su cuerpo a Brennon, no llegó siquiera a repetir que iríamos a la cárcel, porque Brennon le cacheteó la mejilla. La cara de Boris quedó inclinada a un costado, en shock por haber sido golpeado repentinamente.

—Gracias —le dijo Boris a Brennon—. Ya me calmé.

Brennon sonrió y asintió, como si hubiera hecho su buena obra del día.

—Respira —anunció Kenan, serio. Le había revisado el pulso—. No está muerto, pero tenemos que detener el sangrado. Tábano —señaló la camioneta atrás de él con el pulgar—, tráeme un abrigo del auto. Apresúrate.

Tábano salió en una corrida a la camioneta y regresó con la campera. Se la lanzó a Kenan y se apartó. Kenan usó la manga del abrigo para presionar contra la frente del sujeto.

—¿Estás seguro que está vivo? —murmuré.

Aún no reaccionaba. No era el frío lo que me estaba haciendo temblar en ese momento. No dejaba de mordisquear las uñas de mis dedos. Sentí algo de tranquilidad cuando Kenan comentó que seguía con vida, sin embargo, no lograba sacarme esa culpabilidad de encima.

—Pues, cuando el corazón late, estás vivo, Kins —puso los ojos en blanco, y luego me preguntó seriamente—. ¿Qué hacemos? Si lo llevamos al hospital nos harán muchas preguntas. ¿Wué te hizo para que lo golpees?

La pregunta me resonó en el interior de mi mente justo cuando el flashback del tipo tratando de atacarme me vino a la cabeza.

—Él... Él estaba... no lo sé —era difícil de explicar cuando me titiritaba la voz—. Creí que, creí que me atacaría y... se acercó mucho y... entonces cerré la ventana ¡y se dio! No fue mi culpa, se los juro.

Entedium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora