Jacaerys Velaryon

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Finales del 111 d.C.

Al momento de nacer, Jacaerys Velaryon, pasó directamente a ser el segundo en la línea de sucesión al trono de hierro, justo después de su madre la princesa heredera, Rhaenyra Targaryen. Desde su primer respiro fue inevitablemente reclamado por la corona de sus ancestros, siendo él, el primogénito de un heredero.

El primero en enterarse de su llegada fue su padre, Laenor Velaryon, quien suspiró de alivio y alegría. Inmediatamente después, fue su madre en persona, Rhaenyra, quien le informó a su abuelo, el rey Viserys. Aquella tarde, el rey, se encontraba fatigado y adolorido, por el nuevo pedazo de piel putrefacta que se había desprendido de su brazo. Su hija, Rhaenyra, lo observó con melancolía por unos segundos. Cada día quedaba menos de él.

- Estoy embarazada, padre. Serás abuelo. - Sonrió Rhaenyra, de pie frente a su padre.

En un segundo, la demacrada cara del rey recuperó el brillo que se creía muerto desde hace mucho. Saltó de la silla donde lo atendían, y rió emocionado. Parecía un niño radiante de alegría.

- Mi adorada niña. - Sonrió, besando su coronilla. - ¡Seré abuelo!

Todos sus dolores se esfumaron por aquel día.

Mas tarde, la noticia del tan ansiado hijo de, Rhaenyra y Laenor, se esparció por la Fortaleza Roja, tan rápido como el fuego sobre un campo de trigo seco. Algo similar a un golpe en la cara, fue como recibieron la noticia la reina Alicent y la ex mano del rey, Otto Hightower (quien en ese momento residía en Antigua). Los dioses fueron testigos de que en ese momento los insultó furioso, desde el septo estrellado de Antigua. En ese mismo instante, Jacaerys, se convirtió en un nuevo obstáculo para su tío Aegon, primogénito varón del rey, y su reclamo.

- Será un niño, estoy seguro. - Sonrió Viserys, acariciando con ternura el vientre hinchado de su hija. - Nacerá sano y fuerte, con la sangre de dragón corriendo espesa por sus venas. Entonces cuando el día llegue, será un gran rey, justo como su madre antes que él. -

- Gracias, padre. - Le sonrió Rhaenyra de vuelta, resplandeciente.

Lunas pasaban y el vientre de la delicia del reino crecía más y más, muy saludable en opinión de los maestres. Fue entonces cuando las conversaciones sobre qué se haría para recibir al futuro heredero, saltaron sobre la mesa del consejo pequeño. Viserys lo tenía muy claro, no sería un torneo, por supuesto que no, en su lugar se decidió por un baile (Que coincidentemente, Rhaenyra le había sugerido antes de la reunión).

Esa misma tarde cientos de cuervos volaron desde Desembarco del rey, llevando invitaciones a cada señor, grande o pequeño, de todo Westeros.

El rey estaba más que encantado de compartir su alegría con todo el reino, únicamente para enviar un mensaje: Soy el abuelo más orgulloso de los siete reinos, vengan a celebrar conmigo, el nacimiento de un rey.

El evento comenzó a organizarse de forma inmediata, y todo bajo la exigente mirada del rey y su hija, quienes no estaban dispuestos a arriesgarse a poner en manos de alguien más, tan importante evento. Se acordó que serian dos semanas enteras de celebración, donde la Fortaleza Roja, recibiría a todos los señores de Westeros. No se permitiría que algo saliera mal.

La casa del dragón debía mostrar que estaba en la plenitud de su fuerza, con tanto oro en sus arcas como se podía imaginar, y un nuevo heredero en camino.

Telas finas con los emblemas Targaryen y Velaryon, se colgaron por todo el gran salón, desde la entrada donde se abrían las puertas, hasta el imponente trono de hierro, representando con orgullo el poderío de las casas, cuya sangre corría por las venas del futuro rey. Las decoraciones más ostentosas y preciosas fueron repartidas por el salón. Tanto las reliquias ancestrales de los Targaryen como de los Velaryon, empoderaron el lugar.

Tristemente para entonces, Rhaenyra, se había visto forzada a abandonar la organización.

Ya en su novena luna, la princesa heredera, tuvo la necesidad de aislarse de la corte y el resto del mundo. Si bien había excepciones como: Su padre, su esposo y Ser Harwin, ellos debían ir a verla a su habitación.

Los dioses fueron testigos de como el espíritu rebelde de, la princesa de Rocadragón, se aplacó. Las usuales molestias y dolores que trae el embarazo, junto a las malas noches, consumieron el desafío, la imprudencia y la testarudez, tan característicos de ella. Aunque, los dioses también sabían que aquello no duraría mucho tiempo. Rhaenyra Targaryen ya no era una jovencita con anhelo de sangre y gloria, no, se estaba convirtiendo en una dragona forjada en fuego y sangre, capaz de incendiar el mundo si así se lo propusiera. Westeros, lo que había más allá del muro, y lo desconocido más allá del mar estrecho, debían prepararse para su ascenso.

- Tu abuelo está convencido de que serás niño... y para ser sincera, yo también. - Rió Rhaenyra en la soledad de su habitación, mientras acariciaba su vientre abultado. - De ser así, te llamaras Jacaerys, Jacaerys I Targaryen.

Rhaenyra quemaría el mundo, ardería con él, y lo aria por un único ser en la tierra: La vida que crecía dentro de ella.

- Ya es hora, princesa. La están esperando. - Anunció Ser Harwin, su escudo jurado.

- Por favor manténgase cerca, Ser Harwin. Siento que podría dar a luz en cualquier momento. - Pidió Rhaenyra, apoyándose del brazo que el Ser le ofrecía para ponerse de pie.

- Siempre, Princesa. - Prometió el caballero.

Se intercambiaron pequeñas sonrisas antes de abandonar: su pequeño mundo.

El camino desde los aposentos de la princesa hacia el gran salón, era relativamente corto: unos pasillos al frente y luego a la izquierda, nada exigente bajo circunstancias normales. Pero Rhaenyra no estaba bajo circunstancias normales, y Ser Harwin lo notó.

- Respire, princesa. Todo saldrá bien. -

El momento de que madre e hijo se conocieran había llegado.

Todo el reino debía saberlo.

- ¡Escuchen todos! - Alzó el rey su copa, en el gran salón. - ¡La princesa Rhaenyra, está en labor de parto! -

Hubo un orgullo inmenso y contagiante en el rostro del rey.

Todos brindaron en voz alta: Por el rey. Por la heredera. Por la casa Targaryen.

- Ya tiene los diez centímetros, princesa. - Indicó la matrona a cargo. - Respiré y... ¡Puje! -

<<Esta incomodidad, es como servimos al reino, Rhaenyra.>>

- Lo haces muy bien, mi niña. -

<<Tenemos vientres reales tu y yo.>>

- ¡Ahí esta la cabeza! ¡Un último esfuerzo, princesa! -

<<El parto es nuestro campo de batalla, debemos enfrentarlo con entereza.>>

- Felicidades, princesa y Ser Laenor. Es un varón. -

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El dragón y la soñadoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora