Emilio y Joaquín fueron obligados a casarse para cumplir con la tradición que tenían en sus familias. Después de aprender a amarse el uno al otro, crearon una hermosa familia y ahora, tienen a sus 3 pequeños monstruos adolescentes; Kiannah, Ailén y...
— Cariño, ¿sigues despierto? — preguntó Joaquín moviéndose en la cama.
— Estoy asegurándome que todo esté listo. — respondió —. No quiero tener que estar viajando cada rato sólo porque se me olvidó algo.
— Bien, pero duerme, tienes que descansar para conducir mañana. — Emilio asintió antes de que su omega volviera a cerrar los ojos.
Habían pasado 2 meses y unas semanas desde que la pequeña Amy había llegado a vivir con Kiannah y Meli; Emilio y Joaquín aún no conocían personalmente a la pequeña ya que el alfa había tomado la decisión de vivir en la misma ciudad que ellas para poder estar cerca de su nieta y antes de mudarse debía dejar en orden muchas cosas en la empresa y en su casa.
Habían conseguido una casa, no muy grande ya que sólo serían ellos dos y no necesitaban algo muy gigante, eso sí, Emilio se aseguró de que el lugar contara con un espacio para que Joaquín tuviera allí un jardín.
No podía dormir, en unas horas estaría conociendo a Amy, vería sus bonitos ojos grisáceos de cerca, podría cargarla y llenarla de mimos. Estaba muy ilusionado con la idea y la emoción no lo dejaba conciliar el sueño.
Además de toda la ilusión que le hacía estar cerca de la bebé, también estaba feliz porque no estaría tan lejos de Dylan y tal vez podría verlo más seguido y ambas gemelas vivían en la misma ciudad, así que era cómo si toda la familia estuviera junta de nuevo y eso lo hacía muy feliz.
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— Espero que Diana cuide mucho el jardín. — dijo Joaquín mientras iban por la carretera.
— Lo hará, amor. Además la casa sigue siendo nuestra, podemos ir y ver el jardín cuándo queramos. — Emilio puso una de sus manos sobre el muslo del omega para darle un apretón —. Sé que César y Diana cuidarán muy bien de nuestra caja de recuerdos.
— Me gusta cuándo le dices así a la casa, es tierno.
El alfa le sonrió mostrando uno de sus hoyuelos y continuó conduciendo.
1 hora más tarde, ambos estaban fuera de su nueva casa. Casi todo ya estaba organizado ya que Emilio había contratado a alguien para que todo estuviera listo una vez ellos llegaran.
Después de tomar un baño y de sacar los regalos que traían para la bebé, ambos se dirigieron al lugar dónde vivía Kiannah. Al llegar, fueron anunciados por el portero y éste los dirigió al ascensor que llevaba hasta el piso de las alfas.
Cuándo ambos sintieron el olor de Kiannah llenarles las fosas nasales, sonrieron y sintieron sus corazones latir rápido ante la sensación de ver a una de sus hijas.
— ¡Hola! — saludó Meli cuándo abrió la puerta —. Llegaron más temprano.
— Alguien estaba un poco ansioso. — dijo Joaquín refiriéndose a su alfa y abrazando a la del cabello cobrizo.