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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ Ya ha pasado un día desde que había jugado el juego de "La cosa" en el dichoso edificio. Y de haber conocido a esos chicos tan extraños. Actualmente me encontraba vagando por la ciudad, sin ningún plan en mente, solo caminaba sin un rumbo fijo. Ya no vivía más en esa inmensa casa que, prácticamente, usurpé, puesto que me había cansado de ella. Ahora caminaba por una calle, lluvia caía, había un clima algo frío, pero no me importaba, es más, me venía hasta bien para poder aclarar mi mente y despejarme. Mientras más pasos daba pude distinguir una especie de bolsa grande tirada en medio de la calle. Me acerqué con cautela, puesto que eso, en este mundo, puede ser literalmente cualquier cosa. Desde la más perturbadora, hasta la más extraña. Pero, no era una bolsa, era una persona. Podría estar muerta.
Me acerqué aún más, y la reconocí. Era ese chico... ¿Cómo se llamaba? ¿Arice? ¿Alisu? ¿Arisu? Creo que era Arisu, estaba tirado en el suelo, de su cara escurría sangre, no era de él. Su ropa estaba sucia, y habían partes rotas. ¿Qué le habrá pasado? Justo cuando estaba por hablarle, una voz se escuchó a mis espaldas.
— ¿Vienes a ayudarlo también? —. Volteé mi cuerpo y pude ver a una linda chica de pelo corto, que vestía ropas deportivas, y tenía una sombrilla para protegerse de la lluvia. Me parece conocida de algo.
— ¿Perdón? —. Pregunté.
— Bueno, él lleva ahí bastante, ¿sabes? justo había venido a buscarlo para ayudarlo.
— Ya veo, no lo sé, solo caminaba y lo ví. ¿Está vivo?
— Sí.
Un silencio incómodo nos rodeo. Siendo sinceros, yo no tenía nada que hacer, es decir, ya no tenía casa. Y algo en mi interior me decía que tenía que ir con esta chica y el moribundo que se encontraba en el suelo. Pero otro lado de mi decía que no tenía que volver a relacionarme con gente, al menos no así. ¿Qué debería hacer?
Estaba tan fundido en mis pensamientos que casi no me di cuenta cuando ella se acercó al chico para empezar a sacudirlo y levantarlo del suelo. Él parecía estar en una especie de trance, como si estuviera traumado. Creo que ya sé lo que le pasó.
— Está bien, si quieres, puedo ayudarte con él —. Sugerí con cautela. Puesto que ella no me había pedido ayuda en ningún momento.
— Tú... ¿De verdad lo harías? Gracias, sinceramente no me sentiría muy segura si estoy sola con él. Ya sabes...
