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—¿Por qué estás tan nervioso? —pregunta con una sonrisa

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—¿Por qué estás tan nervioso? —pregunta con una sonrisa.

¿Por qué? Se atreve a preguntar por qué. ¡Se atreve! Con esa sonrisa, ese cabello, esos labios, con ese toque de hermosura que le caracteriza. Con sus hermosos ojos y todo. Él se atreve a preguntarme por qué me pongo nervioso frente a la persona de la cual estoy enamorado.

No lo culpo. No lo sabe. No sabe que me vuelvo loco por decirle que, en realidad, quiero ser el único a quien mire.

Sé que puede parecer que me paso de los límites del tiempo, que lo puedo aburrir en cualquier momento y esas cosas. Pero mi cabeza no logra sincronizarse con mis labios; hablar me resulta imposible y eso termina siendo un espasmo ligero que se atraviesa por todo mi cuerpo. Me tiene mal.

—No lo sé.

Sí lo sé.

Pero no te voy a decir que el hecho de verte sonreír tan cerca mío, me pone nervioso.

—¿Qué querías decirme, Chan? —vuelve a preguntarme, ya con más interés.

Era un buen punto para empezar. Pero explicarle eso, me llevaría más tiempo. Sigo sin entender cómo es que a muchos se les hace fácil esto, es un maldito martirio día y noche, minutos y ¡lo odio! Odio sentirme tan débil ante una persona.

Es como si se filtrara en tu mente e, inevitablemente, pensaras en él como en la cantidad de estrellas en el cielo.

—Bueno... —suspiro.

Miro el cielo azulado, y pienso en las muchas cosas que hay en él a lo largo del día. Aves, estrellas, mariposas, insectos, personas. Y sé que solo intento distraerme con algo, porque verlo a los ojos significaría enamorarme un poco más.

Por otro lado, si llego a aburrirlo, se irá.

—Pasaron algunas cosas las últimas semanas, ¿no?

Es lo que he dicho. Intenté sonar tranquilo, pero se quedó en eso, en un intento. Muriendo por dentro, casi deseando que la tierra me tragase, observo a Jeongin. Él no tiene la vista fija en mí, sino en el cielo azul que nos cubre por encima.

Tan lindo.

Tan bello.

Tan él.

—¿Qué tipo de cosas?

Me he quedado incrédulo cuando le miro exactamente bien, y veo esa cara suya de gracia. Aunque quiero reírme, no sé si tomármelo tan a pecho, o si es una broma, o si algo más sucede. Estoy confundido, mucho, a decir verdad. Pero me aíslo a sonreírle de manera incómoda.

Lo ha notado, porque suelta una pequeña carcajada. Y regresa su vista al cielo.

—¿Hablas del dedal? —escucho su voz tersa, que me invade.

Ese beso... Joder. Fue lo mejor que me ha pasado en la vida.

—¿Del beso? —recalco—. Sí.

Las cosas van fluyendo, yo sí le miro, pero él se abstiene a mirar el cielo con nubes blancas y suaves. Creo que es un tipo de ayuda para mí, que él no me observe, pero yo sí a él.

Cierta parte de mí quería salir corriendo, y la otra se alegaba Jeongin. Quería abrazarlo o algo así pero no soy tan valiente.

—¿Y también hablas de la confesión? —vuelve a cuestionar.

Me he echado a llorar internamente. Eso fue horrible, que vergonzoso. Intento sonreír porque de lo contrario, lloraría. Él se ve divertido con el tema, así que no puedo hacer nada más que resignarme a aceptar la verdad. Sí, cosas habían sucedido los últimos días y semanas, tan repentinamente que... Oh, no.

Lamentablemente, todo era tan reciente. Y a ese grado él ya sabía, al cien por ciento que me gustaba. No había caído en cuenta de eso.

Permanezco callado, porque ahora me he puesto realmente avergonzado. Me he arrepentido y solo quiero irme, pero no puedo dejarle ahí y ya. Si está esperando, aun sabiendo que me gusta, es por algo.

Quiero suponer.

—Entonces, dime, Chan.

¿Qué podría decirle? Mis actos eran más que evidentes; todo reflejaba que yo moría y dormía por él. Que me gustaba más de la cuenta y que era tan, pero tan obvio.

No estaba dispuesto hablar de no ser porque él esperaba que lo hiciera.

—¿Qué podría decirte? Es obvio, ¿no?

Me he rendido.

Lo había hecho porque, en realidad no sé. Sólo me sentía realmente derrotado. Como si mi corazón comenzara a tener grietas pequeñitas. Y demonios, no me había dicho nada. Qué frágil era, y todo por él.

Esto de enamorarse, no es mi estilo, pero hice una excepción inevitable por él.

—¿Qué es obvio?

No puedo creerlo. Estaba a punto de decirle, todo. Tomo una bocanada de aire, y me lleno de valentía. Solo esperaba que él me entendiera. Le diría hasta lo que nadie sabía, todo.

Por primera vez, le pedí al de arriba que me ayudara en esto.

—Que me gustas, Jeongin —digo, en una voz fina y ligera. Preocupada, sí, pero ligera.

Él no dice nada, sigue mirándome. No tardo para volver a hablar.

—Que me gustas desde hace mucho; que te besé porque se me antojó un beso de tus labios —mencionó, cada vez más rápido—. Que realmente quiero que tú y yo seamos algo más.

Me emocioné, no lo sé. Sentí esa adrenalina, mil cosas en mi estómago y un algo crecer en mí.

Jeongin, ¿qué me has hecho?

—Chan...

—Y lamento si yo no te gusto o algo así. Realmente me gustaría que tú y yo... ¡demonios! No sabes lo nervioso que me pones, creo que es porque realmente... creo que me he enamorado de ti y...

Escuchaba mi nombre, pero tenía tantas cosas que decirle.

—De verdad quiero que me des una oportunidad, quiero que seamos algo más que amigos, que me hables —sigo y sigo—. Que hables tanto, así como siempre, te juro que nunca me aburro. Y si quien te gusta no soy yo pues...

—Chan...

¿Y qué más puedo decirle?

Sólo me quedaba, la verdad.

—Y yo, nunca te he odiado, Jeongin, siempre me has agradado. Lamento si no es lo que querías oír, o si nosotros no podemos, o si tú no correspondes... —me puse de pie, con rapidez, queriendo comenzar a irme.

Mejor me evitaba eso. Vergüenza.

Porque él estaba fuera de mi límite, lo sabía.

Vuelvo a hablar antes de dar un paso fuera.

—Si es así, yo lo enten...

Y su brazo jala del mío, estampando mis labios con los suyos. Él me besó. Sus labios, sobre los míos, con suavidad. Su mano bien sujeta a mí. Siento que mi estómago va a estallar, y en cuanto él se separa me atrae hacia él, enrollado sus brazos en mi torso.

—Chan, por favor, cállate.

—Chan, por favor, cállate

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¡Cállate! ☘ ChanInDonde viven las historias. Descúbrelo ahora