Pese a todas las batallas, roces cercanos a la muerte y sustos por las que había pasado desde que había llegado a Karmaland, Quackity no creía haberse sentido tan alarmado como en ese momento.
Haberse pasado por un idiota indefenso la mayoría del tiempo no significaba que en realidad lo fuese: por una maldita razón había podido sobrevivir como... aliado del Rubius sin que el bastardo –aún– lo hubiese acuchillado por la espalda de forma definitiva. Quackity había confiado durante mucho tiempo en sus propios instintos, y ellos le habían permitido mantenerse con vida hasta ahora.
Y ahora sus instintos le gritaban que algo no estaba bien y que debía de largarse ya mismo.
—¡De verdad que fue un susto cuando os encontramos inconsciente! Todos estábamos preocupados por vosotros.
Sapo Peta había seguido parloteando en lo que llevaban de recorrido, pero Quackity apenas y le ponía cuidado. Había captado ya a grandes rasgos lo que parecía haber pasado. El virus, los aliens, la máquina, bla bla bla. En papel tenía sentido, el orden de los factores y esas cosas, pero el resultado dejaba a Quackity con un extraño sabor en la boca.
Todo este asunto no le terminaba de cuadrar. Pese a que Sapo Peta era una de las pocas personas en las que Quackity habría tomado su palabra por sentado sin pensarlo dos veces, lo que él les había estado contando no terminaba de cuajar en su cabeza.
—Y, exactamente, ¿qué hacía el virus?
Sapo Peta espantó un viento con sus manos.
—Aún no lo sabemos, ¡pero no os preocupéis! Ya sabemos que mi máquina puede curar si alguien más cae enfermo.
Luzu rodó sus ojos y suspiro, pero su sonrisa no abandonó su rostro—. ¿Eso significaba que fuimos vuestros conejillos de indias?
Ese era otro. El tal Luzu.
¿Cómo era posible que estuviese tan tranquilo? ¿Acaso era imbécil? Parecía estar comiéndose enterito todo el cuento que les estaba echando Sapo Peta todo el ratito sólo había estado sonriendo y asintiendo en la cabeza como si fuese un maldito perro faldero.
Quackity aún no sabía qué pensar bien de Luzu, pero una vez más sus instintos le señalaban con letras neón que era mejor mantenerse alejado de él.
No habían cruzado más que un par de frases con él y ya sentía que tenía más emociones conflictivas por el chico que todos sus conocidos juntos. Le parecía un estúpido por la actitud que estaba tomando ahora mismo. Eso normalmente le indicaría que era inofensivo, pero a cambio su cuerpo parecía tensarse por si solo cada vez que lo veía por el rabillo del ojo, no demasiado alejado a cómo una presa que sabía del depredador en las sombras. Además, había ciertos momentos donde él se veía de cierta forma o decía alguna cosa con cierto tono que hacían que o los intestinos de Quackity se reacomodaran o su estómago se lanzase en caída libre.
No eran, claro, sensaciones placenteras
Quackity no se consideraba violento, pero de verdad extrañaba el peso de su pistola en su cinturón. Lo hacía sentirse más segur-.
Uh.
¿Desde cuándo solía cargar con una pistola consigo?
Quackity se detuvo.
—Oye, ya en serio, ¿cuánto tiempo llevamos ahí dentro? La neta que me siento bien raro.
Sapo Peta lo rodeó sus hombros con su brazo en un gesto que, Quackity asumía, debía ser reconfortante, pero la verdad lo hizo sentir incluso más atrapado.
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rebobinado
Romance"Te juro que no olvidaré las cosas que me hiciste, Quackity. Y volveré, juro que volveré y recordaré todo lo que has hecho, y pagarás por todos los crímenes que cometiste." ∗ ∗ ∗ ∗ ∗ La máquina de Sapo Peta funciona, parcialmente. Quackity olvida. ...