Nakamura Emi una linda joven que siempre amo la cultura de las artes marciales, una chica que siempre estuvo rodeada de cosas complejas sin querer, conoce a un chico que pone todo su mundo de cabeza y hace cosas que jamás pensó que las haría.
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Una vida llena de lujos y una vida llena de pobreza, ¿Cuál es la diferencia, aparte del dinero? mi vida no estaba destinada a muchas cosas. O por lo menos a cosas que me importaran demasiado, creci en una familia de dinero, gracias a que mi madre era una experta en kung Fu y su Dojo fue extendiéndose cada vez más y más, mi padre por lo tanto fue a hacer su servicio militar en corea y tanto le agrado el trato con los soldados que decidió entregar su vida por nosotras, le gustaba entrenar y toda lo demás, no entendí la historia de mi madre al conocerlo, solo se que cada vez que están juntos derraman su cariño por todas partes, fui su hija única ya que ambos solo querían tenerme cuando toda su vida estuviera estable, tanto mentalmente como económicamente.
Al ser la única de los Nakamura y al ver que me interesaban todas las artes marciales, mis padres decidieron entrenarme por su cuenta, sus gritos de exigencia a veces retumbaban tan fuerte en mis oídos que maldecía por lo bajo cada vez que los escuchaba, pensaba que solo lo hacían porque quería que fuera igual que ellos, cosa que no fue asi ya que un día mi padre me pregunto algo antes de irse a trabajar.
— Sabes, no simplemente puedes usar tus puños...— lo observe tomando mi café matutino, levante una ceja en señal de mal entendimiento y él se explico poco después — Hay competencia de esgrima, chacos, armas y también de Catanas — deje de hacer mi acción para ahora si poder prestar atención — Emi, siento que podrás ser una muy buena maestra de Kendo. Mi madre era demasiado buena y tu lo heredaste
Esa mañana no pude evitar pensar en todo lo que me había mencionado, en mis tiempos libres de la escuela buscaba ese famoso arte marcial pero como vivía temporalmente en china no había ni un solo taller de Kendo o por lo menos no en esa escuela, estaba en busca de ese arte marcial y cuando lo logre encontrar quede maravillada.
El manejo tan sutil, fino y brusco de un arma tan peligrosa hizo que mis ojos soltaran un destello de emoción y en cuanto se lo conté a mis padres ellos inmediatamente me inscribieron en ese dojo de Kendo.
A mis quince años pude lograr hacer mi primer debut en un torneo importante para un estado de china, por supuesto no podía utilizar una Catana de metal ya que podría asesinar o ser asesinada por el oponente, esto era lo que realmente quería en mi vida, la adrenalina aumentada y mis ganas de triunfar se sentían tan poco creíbles en mi cuerpo.
Ese día sentí satisfacción al llevarme el oro.
lamentablemente mis días de gloria duraron poco ya que mi padre y mi madre decidieron mudarse a corea del sur, mis amigos y mis logros se quedaron en china, todo gracias al nuevo Dojo de mi madre y él nuevo puesto de mi padre.
Pero debía de admitir que no todo era tan malo, ya que poco apoco me fui adaptando al nivel de corea ya que eran demasiado exigentes con el estudio, muy diferente a como lo había llevado anteriormente. Pasaba mi tiempo entrenando y ayudando a mi madre en el Dojo ya que había una estancia infantil y apenar de no ser muy demostrativa que digamos, me encantaba ver a pequeños niños tratando de ser muy fuertes en el Kung Fu.
